‘Lot 13: Terreno Maldito’, resplandecientes muertos vivientes

El género de terror siempre ha sido la asignatura pendiente en el mundo del comic. Bien es cierto que las míticas cabeceras ‘Creepy‘ o ‘Eerie‘ aportaron una cantidad ingente de historias plagadas de zombis, vampiros y hombres lobo pero hoy en día la presencia de este tipo de publicaciones se ha reducido de manera drástica. Intentos de recuperar aquel espíritu no han terminado de cuajar y los éxitos de crítica se lo reparten escasos títulos como ‘30 Días de oscuridad‘ o proyectos más independientes como los escritos por El Torres (todo el mundo que no haya leído ‘El Velo‘ debería poner remedio cuanto antes).

Si contamos el sello Avatar, más especializado en revolver estómagos sensibles que en asustar al respetable, y Vertigo, sucursal sobrenatural de DC que ha dado muchas alegrías a los aficionados, poco más podemos apuntar sobre estos tebeos tan especiales. Sin embargo, poco a poco van apareciendo proyectos unitarios como este ‘Lot 13‘ que animan un poco el cotarro y que si cuentan con un equipo creativo tan atractivo e inspirado como el formado por Steve Niles y Glenn Fabry siempre es un bocado de buen gusto.

‘Lot 13: Terreno Maldito‘ cuenta con uno de los guionistas que más incursiones ha hecho en este género, sobre todo a base de miniseries de muy distinta temática. En este caso se mete de lleno en el de las casas encantadas y para llegar a buen puerto no duda en tomar como referencia algunas obras claves de la literatura fantástica como ‘El Resplandor‘ de Stephen King. La acción se centrará en la mudanza que realiza la familia de Ron Waytt que, obligados por las circunstancias, tendrán que pasar una noche en un bloque de apartamentos de alquiler donde descubrirán el terror que se oculta tras las puertas de cada una de las habitaciones.

Serie B de manual sin más pretensiones que hacer pasar un rato (des)agradable al lector y que, haciendo uso de los tópicos y “herramientas” del género, lo consigue de manera sobrada. Niles tiene bastantes galones en este tipo de historias y si añadimos el siempre inquietante Fabry a las ilustraciones, el resultado final es francamente interesante. Una vez que se termina la lectura del volumen, muchos interrogantes quedarán en el aire pero si aceptamos las reglas del juego y admitimos “cliché de película de terror” como recurso narrativo, poco o nada nos va importar. Terrorífico divertimento.