'Los cantos de Maldoror', Hernández Palacios el GRANDE

Después del exhaustivo trabajo de recuperación de todo el catálogo de Antonio Hernández Palacios que han llevado a cabo desde Ponent Mon, se antojaba poco posible que la editorial fuera capaz de rescatar algo más del insigne artista de cara a la celebración del centenario de su nacimiento que se producía el pasado 2021. De hecho, pensando en qué podría haber rebuscado la editorial, se nos ocurría que hubiera sido toda una sorpresa el que, de alguna manera, hubieran logrado hacerse con los derechos de aquellos enormes álbumes que el madrileño dibujó con ocasión del V Centenario del Descubrimiento de América o, por qué no, con los que destinó a revisar las vidas de Carlos V y Felipe II. Mientras seguimos soñando a que esa ¿remota? posibilidad se torne en realidad, lo que la editorial ha tenido a bien regalarnos a aquellos que nunca dejaremos de beber los vientos por las planchas del dibujante es una recuperación de las que, en su momento, éste destinó a adaptar una obra a priori inadaptable: ‘Los cantos de Maldoror’ del Comte de Lautreamont.

Y no os equivoquéis, no es que mi acervo incluyera las estrofas de dicho poemario y supiera de antemano de lo intrincado de los versos de Isidore Lucien Ducasse, poeta francés nacido en Urugay a mediados del s.XIX y, por lo que se lee en el extenso prólogo de este álbum, un auténtico revolucionario de las formas escritas que es considerado precursor del surrealismo. No. Es que, tan sólo hay que asomarse a las páginas que aquí se incluyen del texto de Ducasse y a la traducción que de ellas hizo Hernández Palacios para apercibirse de que, considerablemente alejadas de cualquier viso de narrativa, se hacen fuerte precisamente en ese carácter surrealista que impregna de manera ostensible las líneas originales.

Sin poder valorarlas pues desde los términos en que habitualmente nos movemos en esta página, lo que sí podemos aseguraros es que resulta asombroso, y aquí no hay sorpresa alguna, asomarse a las enormes ilustraciones de Hernández Palacios, unos dibujos que, a página completa y habitualmente compuestos de mil y un rincones a los que asomarse, son un auténtico delirio y la prueba fehaciente de la grandeza del madrileño. Es evidente que el clavo al que asirse para justificar la adquisición de este álbum es pequeño y está al rojo vivo, pero también que su incorporación a la tebeoteca debería ser de obligado cumplimiento para cualquiera que ya aloje en la misma las páginas de ‘Manos Kelly‘, ‘El Cid‘, ‘Eloy‘ o cualquiera de las otras magníficas ediciones que Ponent Mon ha dedicado a la muy relevante figura del incomensurable Antonio Hernández Palacios.