‘Locas Volumen 3’, Hernández sigue a lo suyo, maravillar al respetable

La jugada de Jaime Hernández no puede ser más arriesgada. Sí, ahora lo vemos con la perspectiva de saber lo bien que le ha ido, pero eso de sacarse de la manga una serie protagonizada en su mayoría por mujeres y centrarse en el comportamiento que tienen todas ellas, sin una idea predeterminada, tan solo con el “tirar palante” y a ver donde llegamos, todo esto, sí se puede llamar mérito. Si ya nos metemos de lleno en la obra, entonces toca elevar a un altar a Jaime ya que su habilidad para hacer divertidas algunas de las escenas más lamentables y patéticas que se recuerdan en el comic moderno, es digno de mención.

Y básicamente eso es lo que vamos a poder disfrutar en este ‘Locas Volumen 3’, una nueva entrega de esta telenovela en viñetas que lleva dando guerra desde hace ya un buen puñado de años. Bienvenidos a una montaña rusa emocional donde elementos como el rock, las relaciones entre personas y algo de lucha libre se mezclan en una coctelera para abrirnos los ojos e intentar hacernos disfrutar un poco de nuestro paso por el mundo. Y todo ello lo logra jugando con una serie de personajes con los que, muy a nuestro pesar, nos sentimos plenamente identificados. Algo que, una vez leído el volumen, puede llegar a preocupar un poco.

La estructura que se plantea desde el primer momento es la de una serial compuesto por episodios de distinta duración, la cosa puede ocupar un par de páginas o cien, no importa si lo que se busca es esa genialidad que muy pocos autores son capaces de otorgar a su obra. Girando sobre la figura femenina de Perla, Locas se antoja un cajón desastre donde impera una suerte de caos controlado por Hernández con mano dura. Pero sobre todo, hay humor, de todos los colores, que nos hará reír, llorar o maldecir por el cinismo de algunos personajes.

Pero si buena es la labor de Hernández como guionista, esperen a ver su habilidad con el lápiz, el plasmar personajes tan expresivos con una facilidad tan insultante es algo que debería estar prohibido. Una línea clara y fina, donde la sencillez consigue alcanzar cotas de calidad máxima, tanto en las tramas donde impera el humor como el drama, nada se le resiste. Imprime personalidad a cada uno de los protagonistas, hay de todo, altas, bajas, delgadas, algo rellenitas…pero sobre todo, las hace únicas. Servidor ha perdido un poco el rumbo con la obra de los hermanos Hernández, pero no importa, cualquier volumen con su apellido en la portada, asegura una lectura exquisita, ya sea como algo aislado o como parte de algo mayor. Merece la pena.
[Grade — 9.00]