No es la primera vez que nos sucede por estos lares el haber hablado hasta la saciedad de una serie en concreto, recomendándola hasta decir basta y elevándola a los altares…y que nos las hayamos apañado para hacerlo sin que la misma contara con una reseña en condiciones. Dicha circunstancia casi siempre suele coincidir con la aparición de la cabecera en cuestión en uno o varios de nuestros resúmenes anuales, un lugar que ‘Lazarus‘ ya ha conocido, si mal no recuerdo, en al menos tres ocasiones y del que hacía falta ya sacarlo para poder dar precisa y extensa cuenta de lo que esta MARAVILLA de la ciencia-ficción que Greg Rucka y Michael Lark llevan ya ocho largos años poniendo en pie.
Situación ventajosa que nos permite mirar desde la actualidad a un recorrido tan extenso como el que ya ha andado la serie de Image, se quedan por el camino, eso sí, la frescura con la que podríamos haber arrojado reflexiones en este lustro y tres años en el que habernos aproximado, sin conocimiento de causa, a la alucinante manera en la que esta historia post-apocalíptica de familias, sirvientes y una heroína llamada Forever, ha ido evolucionando paso a paso. Un paso que ha ido gradualmente de más a mucho más, que ha sabido generar un microcosmos apasionante como pocos y que, en líneas muy generales, ha dejado claro, no ya el talento de un guionista que necesitaba demostrar muy poco, o las espectaculares formas de un dibujante que necesitaba demostrar aún menos, sino el que, mirando a la trayectoria del escritor, es muy probable que ‘Lazarus’ esté por encima de todo lo que Rucka ha hecho hasta la fecha.
Considerando que en ese saco de «todo lo que ha hecho» hay propuestas como ‘Queen & Country‘, ‘Black Magick‘, ‘Gotham Central‘ o sus muy estimulantes incursiones en las cabeceras regulares de DC, que afirmemos como lo hacemos, sin temor alguno a estar errando, que ‘Lazarus’ es TOP, ya os debería servir de claro acicate para adentraros en este futuro no muy lejano en el que la humanidad está dividida en dos castas principales: los que tienen el poder, y el resto —vamos, que podríamos aventurar que el mundo en el que vivimos ya funciona según esa jerarquía tan polarizada, ¿no creéis?—, una masa que vive bajo la sombra de la protección de alguna de las familias que gestiona el funcionamiento de las cosas y que, telón de fondo perfecto del que echar mano aquí y allá, sirve a Rucka para ir desarrollando un lore que, hasta ahora, nunca ha dejado de crecer.
Ahora bien, donde reside el foco de la compleja urdimbre que ‘Lazarus’ ha ido entretejiendo a lo largo de los años, es en el personaje de Forever Carlyle, la Lázaro de la familia Carlyle, una experta asesina tan bella como letal que, al antojo de los pocos miembros de su familia, desconoce que no es más que un producto de laboratorio perfeccionado hasta límites sobrehumanos. De hecho, no recuerdo si dicha revelación es algo que se sabe temprano en el devenir de la acción o, por el contrario, es de esas sorpresas que, transmutadas en spoiler, os acabáis de comer por arte de birlibirloque. Sea como fuere, hay tanto donde rascar en ‘Lazarus’ que este potencial destripe no es más que un copo de nieve en la tormenta perpetua que Rucka desata alrededor de sus personajes, y tal es el vapuleo que al que les somete —y, por ende, al que somete al lector— que creedme cuando os digo que, en lo que a sorpresas constantes y giros inesperados respecta, vais a estar más que servidos.
Pero no sólo eso. Sabedor de que el éxito de una serie tan prolongada está tanto en el interés continuado como en los cimientos que se van dejando atrás, si hay algo que resulta tremendamente estimulante en ‘Lazarus’ es contemplar desde cierta distancia —esa distancia que da el tiempo, claro está— cómo todo recurso, todo resorte de guión y toda acción, por pequeña que haya sido, ha servido para construir un mundo plagado de matices, de pequeños rincones a los que atender que, en manos de Michael Lark, nunca han sido descuidados, más bien todo lo contrario: el mimo que el artista ha puesto desde el comienzo en que la veracidad sea la máxima que controle su trabajo sobre el papel lleva a la serie a cotas que sólo cabría encontrar en una producción cinematográfica de alto nivel. Todo gadget, pieza de maquinaria bélica, edificio, estancia, utensilio y vestimenta está pensado para que la idea de homogeneidad y de estar asomándonos a un futuro plausible se antepongan a cualquier otra disquisición. Y, claro está, ante tal despliegue de genio —rubricado por el color de un Santi Arcas que SE SALE— sólo queda hacer una cosa, rendirse completamente.
Como nota final que, en su momento, causó cierta aprensión en este redactor, no podemos dejar de referir el caótico ritmo de publicación que ha conocido ‘Lazarus’ al otro lado del charco y que llevó a Rucka y a Lark a tomar la decisión de cambiar la periodicidad de aparición de la cabecera de una mensualidad que había dejado de cumplirse a una cuatrimestralidad que, impuesta desde marzo de hace dos años, tampoco se ha respetado con la escrupulosidad que sería deseable. Bien es cierto que, cada vez que aparece un nuevo ejemplar, sus más de 60 páginas deberían ser motivo de celebración, pero hacemos la lectura de las mismas con tal avidez que el tiempo entre un número y el siguiente se hace, como poco, eterno. Una eternidad que habla, mejor que ningún otro valor que podamos aducir, de la INMENSA GRANDEZA de una cabecera que, cuando finalice, se mantendrá en nuestro panteón particular en las décadas por venir.
Lazarus vol.6
- Autores: Greg Rucka y Michael Lark
- Editorial:Norma Editorial
- Encuadernación: Rústica
- Páginas: 152 páginas
- Precio:18 euros