‘Las guerras silenciosas’, memoria histórica

Ha tardado cuatro años, ¡cuatro años!, en traernos su nueva obra pero, a la luz de estas maravillosas 160 páginas, si hay algo que se puede asegurar antes de entrar en materia es que esos cuarenta y ocho largos meses que han transcurrido entre la publicación de la espléndida ‘Todo el polvo del camino’ y el título que hoy nos ocupa han valido la pena uno a uno. Tal es la entidad de lo que Jaime Martín nos presenta en ‘Las guerras silenciosas’, un relato que, como el autor confiesa, lleva toda su vida acompañándole.

Haciendo inicial referencia a aquella guerra de España en el Ifni marroquí que fue vergonzosamente tapada por el régimen, y tratando a lo largo de su recorrido de otras contiendas que nada tienen que ver con aquella y que, en muchas ocasiones, ni siquiera son de talante bélico, Martín se centra en poner en viñetas la estancia de su padre en la región de Marruecos a la que tantos jóvenes fueron enviados durante los años sesenta para cumplir con su deber como españoles (nótese, por favor, el tono irónico de esta afirmación) y realizar el servicio militar en unas condiciones que, como bien se preocupa el autor de insistir por boca de su progenitor, eran infrahumanas.

Como no podía ser de otra manera al tratar la «mili» y lo que de ella se derivaba, ‘Las guerras silenciosas’ es una historia en la que se entremezclan la camaradería, el humor, el drama y la angustia vital de los protagonistas durante los dieciocho meses que, por aquél entonces, duraba el período de «instrucción» castrense. Pero, como decía antes, Martín no se limita a tomar los acontecimientos, plasmarlos de forma ordenada y llevarnos de la mano por la versión aviñetada de las páginas del diario de su padre, sino que, aderezando las mismas con apuntes diversos, trasciende el mero relato biográfico y convierte al álbum en la voz de varias generaciones de españoles.

Así, por las páginas de este soberbio trabajo se pasean fugazmente desde los abuelos del autor, exiliados de Melilla durante el levantamiento que desembocó en la Guerra Civil, hasta el propio Martín, su pareja y sus hermanos pasando, por supuesto, por aquellos dos que ocupan el grueso de la narración, los padres del artista, dedicando tanta atención en el transcurso de la historia a José Martín y sus experiencias militares como a Encarna Martín, la mujer que dio vida al dibujante y un «personaje» de singular relevancia a lo largo y ancho de lo que podemos leer en estas páginas.

Singular importancia reviste también todo aquello que se centra en los denodados esfuerzos de Martín por encontrar esa historia que vuelva a inspirarlo, y muchas son las páginas que el artista dedica a plasmar las frustraciones que le acompañaron en el transcurso del complicado parto que parece haber sido ‘Las guerras silenciosas’, un parto que se vió interrumpido por el fallecimiento de la madre de Martín, una desaparición que supuso un duro golpe para el autor. En sus palabras:

Desde ese momento y hasta tenerlo terminado fue bastante duro, porque tenía que ir consultando fotografías para hacer los dibujos. Recuperaba las fotos antiguas que aparecen pegadas en el libro como si fueran viñetas, y cada vez que me reencontraba con mi madre en las fotos era un drama

Revestido pues de aún mayor significancia que la que de partida ya comportaba el traer a nuestra memoria toda una época que forma parte indeleble de la generación de nuestros padres no queremos terminar sin llamar necesaria atención sobre lo que de magnífico hay en las páginas y la narrativa de Martín, en esa estructura en pequeños capítulos que agilizan sobremanera una lectura que transcurre en un suspiro y en el trazo de un autor que, caracterizando a la perfección a sus «actores» con «cuatro trazos y medio», concreta aquí, probablemente, la cúspide de su carrera hasta el momento. Ganas es decir poco ante la perspectiva de que su próxima obra sea, como el mismo ha comentado, «algo con lo que vivieron mis abuelos durante la sublevación, la Guerra Civil y la postguerra». Eso sí, por favor Jaime, no nos hagas esperar otros cuatro años.