‘La saga de Ewilan. Ellana 1. Infancia’, a trompicones

Primer libro de una trilogía literaria publicada entre 2006 y 2008 en el país vecino, este ‘Ellana’ que Yermo nos traía a finales de marzo entronca a la perfección tanto con una de las dos líneas editoriales sobre la que más insiste la casa comandada por Carles Miralles —la fantasía, claro está, el otro es el cómic histórico— como con uno de los dos géneros por excelencia del tebeo francobelga junto a la ciencia-ficción. Abotargado como dicho mercado está de infinidad de propuestas en las que seres fantásticos de mundos fantásticos viven fantásticas aventuras, el que ‘Ellana’ ofrezca un recorrido tan irregular durante sus 80 páginas, termina pesando considerablemente en la apreciación que de ella nos llevamos.

Si esto es así, no es tanto porque comparado con otras cabeceras del género la propuesta de Lylian y Montse Martín se quede a considerable distancia, sino más bien debido a que mucho de lo que aquí se plantea, extraído claro está de la novela de Pierre Bottero, incurre con insistencia en acomodarse en lugares muy comunes que retrotraen de forma inmediata a trillados arquetipos. Quizás el más reconocible de todos ellos, utilizado hasta la saciedad en muy diversos relatos —tanto literarios como cinematográficos o, por supuesto, tebeísticos— sea el origen de la protagonista, esa huérfana que es recogida y criada por una raza que no es la suya, que gracias a ello tiene habilidades de las que carecería que de haber crecido con los suyos y que emprenderá la búsqueda de sus raíces.

Tardando en encontrar su rumbo hasta el último tercio de la narración, que es cuando las cosas comienzan a ponerse realmente interesantes, el ir de menos a más no ayuda a desprendernos de esa sensación de familiaridad con la que se nos traslada el entramado. Afortunadamente, en alivio de la pobre apreciación que el lector puede extraer de la historia, viene una Montse Martín que no defrauda a aquellos que sabíamos que todo lo que toca la artista de ‘Curiosity Shop’ queda automáticamente engalanado. Y si bien las páginas que aquí encontramos cabría colocarlas algún entero por debajo de las que creó en conjunción con Teresa Valero, sería injusto no valorar como se merece el esfuerzo de la artista por crear un universo visual cohesivo y creíble que se despliega con intensidad ante nuestra mirada a cada nueva página.