¿Quién de los que estáis leyendo esto no os habéis acercado en alguna ocasión al personaje de Tarzán? Supongo que la respuesta mayoritaria sería un silencio abrumador por cuanto el personaje de Edgar Rice Burroughs es uno de los iconos más reconocibles del género de aventuras. Uno que ha sabido pervivir a lo largo de las décadas y que ha ido encontrando de manera alterna en el cine y el cómic vehículos suficientes para perpetuar lo que el literato estadounidense comenzara a publicar en 1912. Tanto es así, tanto ha llegado a permear la leyenda de Greystoke en la cultura popular, que creemos fútil dar cuenta ahora de los ejemplos más visibles de cuantos, innumerables, se agolpan a lo largo del siglo pasado…e incluso éste. Sí diremos, porque nos viene al pelo, que en formato impreso, la mejor versión que ha llegado a conocer nunca el hombre criado entre monos es, a nuestro juicio, aquella que con esmero cultivó Harold Foster antes de abandonarla en favor de su maravillosa ‘Príncipe Valiente‘, una versión que hacia gala de la suma elegancia de formas del dibujante y que, insistimos, no ha sido superada por ninguna de las que la siguieron. Y entre esas, huelga decirlo, está este ‘Tarzán. El señor de la jungla‘ que firman Christophe Bec y Stevan Subic.
A la hora de depurar responsabilidades acerca de por qué este álbum no termina de funcionar, hemos de mirar por igual tanto a guionista como a dibujante, ya que casi se podría afirmar que el reparto entre uno y otro queda casi equilibrado entre lo que no cuaja en las formas del escritor y aquello que flaquea en las del artista serbio. Si hablamos del primero, resulta evidente que Bec echa aquí la carne en el asador en extraer las connotaciones más brutales y salvajes del relato de Burroughs pero, al hacerlo, desprovee al personaje de Tarzán del halo de misticismo que siempre le ha rodeado, algo en favor de lo que también trabaja una tendencia a explicar lo que no hace falta, no ya porque la narración no lo necesite, sino porque, como decíamos, hasta el lector más iletrado sabrá de los pormenores más conocidos de cómo los Greystoke llegaron a las costas de África, perdieron la vida dejando un hijo que fue recogido por una gorila y criado como un simio más en un entorno inhóspito y plagado de peligros. Eso sí, no todas las elecciones de Bec en ese sentido trabajan desde lo disfuncional, y la sensación general que dimana de la lectura conforme uno avanza es que cada idea que chirría está compensada por otra que no lo hace.
Si dirigimos ahora nuestras miras a Subic, y entendiendo que esta es una opinión completamente personal subyugada a mi bagaje, por más que aprecio lo que el dibujante plantea en sus planchas, cargadas de fuerza, violencia e intensidad, no puedo evitar pensar, no ya en Harold Foster a bordo del personaje, sino en aquella pequeña incursión que nuestro José Ortiz hizo en el personaje con resultados, como era tónica habitual en él, sobresalientes: puedo imaginarme perfectamente lo que el trazo inquieto y magistral del artífice de ‘Hombre‘ podría haber hecho, en iguales términos que los que aquí contemplamos, con el material que Bec pone en juego, evitando, como no consigue Subic, tropezar con una narrativa algo obscura que, cuidado, si se tambalea es por no contar con el apoyo de un guión que da saltos poco sustentados y al que le falta un hilvanado más compacto. Sólo queda apuntar que, aunque no nos haya convencido, estoy seguro que algún «tarzanologo» de pro caerá prendado de las páginas publicadas por Yermo. Así sea.
Tarzán. El señor de la jungla
- Autores: Christophe Bec, Stevan Subic
- Editorial: Yermo Ediciones
- Encuadernación: Cartoné
- Páginas: 84 páginas
- Precio: 25 euros