Como bien aclara el epílogo a este, el último álbum publicado por cARTEm, y segundo de una nueva línea llamada ‘Historias de la guerra‘, el levantamiento de Varsovia es uno de esos episodios de la Segunda Guerra Mundial que lleva décadas sufriendo el envite de la desinformación que hay a su alrededor, llevándolo la cultura popular a una extraña mezcla con el alzamiento judío del guetto de la capital polaca con el que nada tuvo que ver, ni siquiera en un mismo marco temporal, puesto que el primero tuvo lugar en agosto de 1944 y el segundo, un año antes. De hecho, y esto es información que he conocido de primera mano por parte de una amiga de Polonia, Varsovia sigue parándose en seco durante un minuto cada 1 de agosto a las 17.00 para conmemorar aquél instante en que sus habitantes dijeron basta a la ocupación nazi alentados, como bien queda claro en el álbum que hoy os traemos, por el falso apoyo de un ejército, el ruso, que los terminó abandonando a su suerte y que, después, se adueñó de las calles de la obliterada ciudad para hacerla suya.
Mucho más habría que desgranar de cómo los rusos, los peores y más ladinos actores del conflicto en Europa, aprovecharon o provocaron los acontecimientos que llevarían a una Polonia comunista durante cuatro largas décadas; de cómo, en la instauración de su régimen, intentaron borrar cualquier rastro de la cultura del país o del miedo que, desde que invadiera Ucrania hace ya casi un año y medio, muchos son los polacos que tienen preparadas sus mochilas de supervivencia en caso de que tengan que abandonarlo todo en un instante para huir de una potencial invasión por parte de Putin y sus Fuerzas Armadas —un movimiento que, huelga decirlo, llevaría, ya sin remisión, a la Tercera Guerra Mundial por aquello de que Polonia forma parte de la OTAN.
Cruzando los dedos para que la demencia del líder ruso no llegue a tanto, y dejando de lado la actualidad para mirar al pasado, lo que Jean-Pierre Pècau recoge en estas páginas es la historia de Maria Sabina Devrim, una joven de 21 años que participó en el alzamiento desde el primer día y que, tal y cómo recogen con precisión las viñetas de Dragan Paunovic, asistió en directo a la destrucción sistemática de Varsovia que llevaron a cabo las fuerzas alemanas con lo que se antojan dos claras intenciones: acabar con todos los polacos que pudieran —fueron 200.000 los habitantes de la capital que perecerían durante los 63 días de combates que acarreó el alzamiento— y dejar atrás una ciudad que fuera inútil para las fuerzas rusas.
Todo ello queda retratado con inusitada veracidad por un Paunovic que, portentoso en escenarios, no lo es tanto en evitar cierto hieratismo de sus personajes. No es tan grave como para hacer que rechacemos de pleno su papel en la reconstrucción de los hechos, sobre todo si consideramos que la limpieza de su trazo y la claridad de su narrativa compensan con creces las limitaciones de sus personajes. Bien es cierto que, en una historia como esta, resulta fundamental la conexión con el lector y la búsqueda de generar cuanta más empatía mejor; y también que, al estar coartado en ese sentido, ‘La insurgente de Varsovia‘ no funciona de manera tan intensa como hubiera sido deseable. Pero, cuidado, eso no quiere decir, ni mucho menos, que no funcione, porque a fe nuestra que lo hace y que, como consiguen los mejores cómics de Historia, imparte lecciones imprescindibles para que nuestro futuro no cometa los graves errores de nuestro pasado.
La insurgente de Varsovia
- Autores: Jean-Pierre Pècau y Dragan Paunovic
- Editorial: cARTEm cómics
- Encuadernación: Cartoné
- Páginas: 60 páginas
- Precio: 19,95 euros