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V. Kingdom Come

‘La divina comedia de Oscar Wilde’, Isusi en clave Allen

Permitidme comenzar con una pequeña digresión que me surgía instantes después de haber terminado de leer esta MARAVILLA que es ‘La divina comedia de Oscar Wilde’ con la que Javier de Isusi, al menos en opinión de este redactor, toca techo. Y ésta no es otra que el hecho de que, llegando el ecuador del año, o bien mi cabeza comienza a organizarse de cara a la selección de lo mejor que llegará en diciembre y tiende a buscar aquellos proyectos que sobrepasan el sobresaliente, o bien es que da la maldita casualidad de que es a partir de junio cuando, en los últimos años —desde que llevo escribiendo los resúmenes anuales—, he ido encontrando los títulos que más me ha apetecido incluir en el cada vez más nutrido número de cómics que conforman los diferentes artículos con los que cerramos cada periodo de doce meses.

Sea como fuere, es bien evidente que si he querido introducir esta reseña con la anterior curiosidad, es debido a que ‘La divina comedia de Oscar Wilde’ ya se ha reservado, sin lugar a dudas, un puesto en lo mejor que habremos leído a lo largo de 2019 toda vez el año acabe. Y si lo ha logrado ya —como igualmente lo ha conseguido otro libro publicado por Astiberri del que hablaremos la próxima semana— es porque Javier de Isusi ha conseguido, a la hora de trasladar a viñetas los últimos años de la vida del inmortal literato inglés, y sin que la siguiente comparación sirva en ningún momento para predisponer el ánimo del potencial lector a nada en concreto, resonar con nosotros de la misma forma que lo hacía Alfonso Zapico con su magistral ‘Dublinés’, aquella aproximación a James Joyce que tanto reconocimiento y tan variados laureles le valió al artista asturiano.

De hecho, a lo largo de la lectura de ‘La divina comedia de Oscar Wilde’, las sensaciones de que Isusi ha volcado todo su yo creativo, de que ha investigado sobremanera y de que, en cierto modo, se ha metido en la piel de su personaje central, haciéndolo suyo hasta límites inauditos, son las mismas que se desprendían de lo que Zapico hacía con el escritor irlandés en el tebeo que le valió el Premio Nacional del Cómic, un galardón que no debería dejar pasar por alto la oportunidad de respaldar el mayestático volumen que hoy ocupa nuestro tiempo.

Al margen de ‘Dublinés’, y siempre bajo la impresión del que esto suscribe, hay otra obra, esta vez cinematográfica, que revolotea inquieta sobre ‘La divina comedia de Oscar Wilde’ y que ha sido la que ha venido en ayuda del titular de la entrada, la magistral ‘Annie Hall’: no sé si es la primera vez que veo en viñetas —aunque aquí no haya viñetas al uso en ningún momento— el recurso de entrevistar a los diversos actores de la escenificación que aquí se lleva a cabo —porque es eso, una escenificación teatral que así se nos introduce— pero lo que es seguro es que dicha forma de estructurar la historia tiene un claro precursor en el montaje de la cinta con la que Woody Allen ganó el Oscar al Mejor Director y Mejor Guionista en 1977. Es más, es que hay en el tono casual, desenfadado y hasta humorístico con el que Isusi trata a las diversas intervenciones «a cámara» de sus personajes —que hablan a un invisible interlocutor del s.XXI— similitudes nada desdeñables a cómo las parejas con las que Allen trufaba el metraje de ‘Annie Hall’ hablaban de sus vidas.

Con tales referentes, cabría pensar que Isusi no ha hecho más que reformular ciertas señas de identidad de uno y otro lado y que, así, ha configurado su tebeo con poco esfuerzo. Y nada más alejado de la realidad que transpira de las casi 400 páginas de esta monumental «novela gráfica»: si hay algo que dimana con contundencia de la lectura de ‘La divina comedia de Oscar Wilde’ es, como apuntaba antes, la implicación en grado sumo a la que se ha sometido el artista vasco para lograr cuajar una obra que se siente familiar y a la vez diferente; que no escatima en citar a la obra de Wilde a lo largo y ancho del transcurso de la narración; que echa mano de figuras universales de las artes como los hermanos Machado, Toulouse Lautrec o Rimbaud para completar el muy amplio abanico de franca humanidad que se abre ante nuestra atónita mirada; que traza a su figura central con una sensibilidad y una naturalidad pasmosas; y que, incluso, se permite un instante de poesía visual extrema en el que Wilde sobrevuela, con gran intención metafórica, tanto la puerta de entrada al infierno de Dante —un Dante del que volveremos a hablar en unos días— como los cimientos de la torre de Babel para después ver fogonazos de su existencia; y que, en última instancia, nos deja completamente extasiados.

Y en ese éxtasis al que nos lleva el artista español, hemos de dar reconocimiento a la gracilidad con la que se mueve toda la tramoya, al choque frontal entre el vértigo por no querer parar de leer y la sensación de que deberíamos degustar cada página y cada ilustración libando hasta la última esencia de saber narrativo que hay en ellas y, por supuesto, a la absoluta maestría que, ya prefigurada en las soberbias ‘He visto ballenas’ y ‘Asӯlum’, explota aquí con una categoría que sólo puede ser calificada de genial, aplaudida hasta la extenuación y alabada sin dilación con la certeza de que, al hacerlo, estamos dando aliento para que ‘La divina comedia de Oscar Wilde’ llegue muy, muy alto, a ese lugar entre los grandes en el que se merece residir.

La divina comedia de Oscar Wilde

  • Autores: Javier de Isusi
  • Editorial: Astiberri
  • Encuadernación: Cartoné
  • Páginas: 376 páginas
  • Precio: 27,55 euros en

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