‘La deuda’ y ‘Freezer’, dos slice of life con personalidad

Si bien cada una discurre por derroteros bien diferentes y, mientras Martín Romero se ocupa en ‘La deuda’ de acercarse a la desdichada vida de su protagonista masculino, la italiana Veronica Carratello hace lo propio con la adolescente que es centro alrededor del cual discurren los a veces surrealistas acontecimientos de ‘Freezer’; resulta muy curioso y a la par elocuente sobre la marcada línea editorial que mantiene La Cúpula, el que ambos volúmenes, que se sustentan en cierto modo en el mismo género, hayan aparecido en el mismo mes de la mano de la casa catalana.

Pero, como decía, más allá de la casual circunstancia de coincidencia temporal y del hecho de que sea el drama de a pie o, en términos anglosajones, slice of life, el que de forma más amplia caracteriza a ambas propuestas, ‘La deuda’ y ‘Freezer’ ofrecen ideas bien diferenciadas y resultados algo distintos si hemos de valorar desde la comparación lo que el español y la italiana consiguen con sus tebeos. Unos tebeos que también comparten cierto regusto por la extrañeza, por coquetear con el surrealismo de su narrativa y porque sus personajes, lejos de adherirse a trillados arquetipos, sean tan originales como sorprendentes.

Empecemos por el Benjamín Castaño que es protagonista de ‘La deuda’, un humorista que se define a sí mismo como «emprendedor del humor» y que, aún llevándose palos constantes en sus intentos de ganarse la vida haciendo reír a la gente, no saca partido de ellos e insiste denodado en demostrar a los demás que arrancarles carcajadas es lo suyo. Pero la delicada situación de Benjamín no se reduce a sus cuitas en diversos escenarios, sino que se amplia a una vida sentimental que pasa por un momento paupérrimo y, sobre todo, a una situación económica al filo del abismo que lo ha convertido en un moroso perseguido a perpetuidad por un joven cobrador del frac.

Expuesto todo ello con concisión y brevedad en los primeros compases de la lectura, a lo que Martín Romero dedica ésta es a complicarle cada vez más la existencia a su sufrida creación, llevándolo a unos extremos que desembocan en un inusitado estallido final de violencia y tragedia. Con la sencillez por norma, el trazo conciso y sin aparatosidad de Romero, que parece heredar no pocas cualidades de dos notables canadienses —Chester Brown y Seth— , encuentra sus mejores cualidades en una narración pausada, que sabe cuando desviar el foco de atención del núcleo de la trama y detenerse en el equivalente lector a «oler las flores».

Menos dada a estas pausas y entregada a que la acción de su historia avance, de forma tranquila, sí, pero mucho más decidida, Carratello nos acerca en ‘Freezer’ a Mina, una adolescente obsesionada con una menstruación que no llega y que, en ese paso biológico de «niña a mujer» que diría Julio Iglesias, observa irritada las pequeñas idiosincrasias de su peculiar familia, formada por sus padres, su excéntrico tío —que tiene fobia a sentarse— y una abuela que enmudeció sin que nadie supiera por qué.

Tan inusuales compañías llevan a Mina a un estado de crispación potenciado por la poca popularidad que la joven acapara en el instituto y, como decía, por esa regla que nunca termina de bajar. Caldo de cultivo perfecto, Carratello mueve los hilos de la historia de ‘Freezer’ por derroteros tan poco comunes como los usados por Romero, y es la incertidumbre y la incapacidad de poder adelantarnos al normal discurrir de ambas historias la mejor cualidad de ambas. Una cualidad que en esta segunda es aún más trabajada y que, decía más arriba, provoca en la comparación que tengamos a ‘Freezer’ en una estima minimamente superior a aquella que guardamos para con ‘La deuda’. Calificaciones y nimias diferencias al margen, lo que es incuestionable es que la frescura que detentan ambas es un soplo de aire fresco muy agradable para este principio de otoño que no parece terminar de creerse que el verano ya ha acabado.