Hablaba hace unos días en las líneas que dedicaba a la fabulosa ‘Rituales’, que las citas anuales que el fin de este 2015 iba a traernos eran esos instantes que uno lleva aguardando pacientemente durante los últimos doce meses. Y si la anticipación para con el trabajo de Álvaro Ortiz en su tercera novela gráfica era considerable, si hubiera que medir las expectativas personales que siempre levanta un nuevo título firmado por Paco Roca, nos faltaría escala con la que mensurarlas. No creo necesario aducir que si eso es así, es debido a que en el recorrido que el artista valenciano lleva efectuando desde bastante antes de ‘Arrugas’ no ha habido todavía lugar para la más minúscula acepción del término decepción. Es más, me atrevería a decir que hasta las menos brillantes de sus obras —acaso ‘Hijos de la Alhambra’…acaso— rayan a un nivel que se no baja de lo espléndido; destinándose epítetos como soberbio, espectacular y, por supuesto, magistral, si a lo que tenemos que atender es a casi todo lo demás y, en especial, a esas dos cumbres de su producción que son la citada ‘Arrugas’ y ese hito sin par del noveno arte español que fue el año pasado ‘Los surcos del azar’.
No me dejaré llevar por lo yermo de las dichosas comparaciones al intentar establecer cuál de las dos es mejor que la otra por cuanto, por mucho que vengan firmadas por el mismo puño, no podrían ser obras más diferentes. Y esa es parte, que no toda, de la grandeza que encierra la tebeografía de Paco Roca, que cada título de los que jalonan su recorrido hasta la fecha sea un hecho único que no atiende a nada más que a la pulsión del artista por sacar adelante una de las muchas historias que seguro bullen en su fértil imaginación. Una grandeza a la que venía a sumarse hace un par de semanas ‘La casa’, último prodigio aviñetado del guionista y dibujante y el mejor regalo que uno pudiera haber deseado tener en estas Navidades que se nos echan encima.
‘La casa’ es probablemente el relato más sencillo de cuántos Roca ha publicado hasta la fecha. Dicha afirmación hace referencia de forma estricta a que, a la hora de tener que avanzar en pocas palabras la línea argumental que se desarrolla en sus páginas, todo queda dirimido en «tras el fallecimiento de su padre tres hermanos se reúnen en la casa de éste para decidir si la venden o la conservan». Simple, ¿verdad? Obviamente, en manos del artista, tal simpleza se convierte en el sólido cimiento sobre el que se edifica un relato de profundas emociones que, entre otras cosas, corrobora una vez más —como si hiciera falta— que el conocimiento que Roca tiene del manejo de los mecanismos que articulan el noveno arte es más íntimo y profuso de aquel que podrían ostentar un muy alto porcentaje de los dibujantes actuales de cómic.
De las muchas muestras que a lo largo de la lectura hay a tal respecto, creo que una de las que mejor habla de la maestría del artista español es el control que desde la narrativa se ejerce sobre el ritmo y la temporización: enmarcado todo el conjunto en un ritmo pausado, que deja respirar sobremanera a unos personajes que bien podrían ser familiares nuestros —una cualidad ésta que Roca ha cuidado, y mucho, a lo largo de su producción y que se establece siempre como una de las mejores valedoras de su arte— sorprende desde la primera página la sencillez con la que el dibujante trata algo tan complejo como el tiempo plasmado en viñetas. En todo momento durante la lectura, el lector tiene una percepción bastante ajustada de cuánto ha transcurrido en cada «escena» de las que componen el discurrir de la historia, por mucho que ésta venga jalonada por esas muy afortunadas interrupciones que suponen los recuerdos de los diversos protagonistas asociados a su progenitor fallecido.
Y esa es otra virtud —una que podríamos situar incluso por delante de la comentada en el párrafo anterior— que ‘La casa’ sabe como manejar al lector a su antojo para hacer que éste caiga rendido a sus pies; el que, a la hora de acercarnos a la memoria parcial de cada uno de los hermanos, se haga de tal manera que sensaciones como la nostalgia, la melancolía, la felicidad que se fue con la niñez y otros muchos sentimientos, nos embarguen de tal forma que sea imposible en muchos momentos evitar que los ojos se nos humedezcan dada la intensidad emocional que rezuman las páginas de esta grandiosa novela gráfica.
Con un tratamiento cromático asombroso y ajustado con una precisión de cirujano a esas sensaciones que va imprimiendo la lectura en el que a ella se aproxime —la calidez de algunos momentos queda potenciada por tonos térreos que se contraponen a la frialdad del azul con la que se trata, por ejemplo, una secuencia que tiene lugar en un hospital—, ‘La casa’ es, en resumidas cuentas y aunque el término esté muy devaluado por lo mucho que hoy se asigna a todo aquello que nos sorprende algo más de la cuenta, una OBRA MAESTRA del noveno arte; uno de esos tebeos que sólo aumentará su hondo calado con el paso del tiempo y del que se seguirá hablando dentro de muchos años cuando decenas de coetáneos suyos hayan quedado relegados al olvido. Paco Roca habrá querido crear con este maravilloso relato una declaración de amor hacia su padre pero, en el esfuerzo, lo que le ha salido es una oda de inigualable belleza hacia un medio, el del tebeo, que le debe mucho a su insigne nombre.
La casa
- Autores: Paco Roca
- Editorial: Astiberri
- Encuadernación: Cartoné
- Páginas: 136 páginas
- Precio: 15,20 euros en