Tras una muy interesante e instructiva introducción a la realidad socio política de la zona de Kivu — una región congoleña fronteriza con Uganda, Ruanda, Burundi y Tanzania y principal riqueza en coltán, un polvo gris tremendamente fundamental en la electrónica de microprocesadores—, la primera página del álbum firmado por Jean Van Hamme y Christophe Simon es toda una declaración de principios del guionista acerca de sus intenciones más evidentes para con la lectura. Y estas no son otras que el que las páginas que la conforman sirvan de acicate, de una sonora bofetada a las adormiladas conciencias de unos europeos que vivimos, en términos generales, claro, y a falta de una mejor expresión, en la más vergonzosa de las ignorancias con respecto a la situación de lo que miles de nuestros congéneres africanos padecen cada día —y quien dice africanos dice cualquier otro etnia de cualquier otro país en vías de desarrollo en los que la guerra, las matanzas y la explotación son algunas de las monedas de cambio usuales.
Y si lo es, si esa primera página es tan dolorosa hostia a nuestras inocentes conciencias, es porque Van Hamme pone en boca de un ficticio coronel una arenga en la que insta a sus hombres a cometer todo tipo de atrocidades contra la población civil de un pequeño poblado que deben arrasar. Detrás de dicha barbarie está, no podía ser de otra forma, una mega corporación belga que, dirigida por un hijo de puta sin escrúpulos, mantiene desde la sombra el genocida status quo de la región subvencionando a través de diversas soterradas fuentes a otros hijos de puta que son los que se encargan de violar de manera sistemática a mujeres y niñas, matar a los padres, ancianos y bebés y usar a los niños como drogados nuevos reclutas de sus comandos de muerte. Y en medio de esta situación que hace que uno se avergüence de tener que pertenecer a la misma especie que esos individuos que sólo piensan en aumentar su porcentaje, Van Hamme sitúa a cuatro personajes, dos ficticios, dos reales, que son la luz de la esperanza que siempre quiere abrirse paso entre las tinieblas más cerradas.
Ellos son un joven ingenierio enviado por la citada corporación para perpetuar el gobierno del miedo contratando a un nuevo «coronel» que dirija las matanzas; una niña que escapa de una de ellas y, en la parte de realidad, los doctores Denis Mukwege y Guy-Bernard Cadiére, auténticos héroes cuyas gestas se escriben en el campo de batalla de los quirófanos y los hospitales en los que intervienen todos los días a mujeres cuyos genitales han sido reventados por las violaciones en grupo de hombres a los que les vendría demasiado grande el apelativo de animales. Adornado todo el conjunto por el trazo y la narrativa de un Christophe Simon al que le viene como anillo al dedo el calificativo de clásico, y contando el trabajo del artista como único escollo el hieratismo que presentan a veces las expresiones de sus personajes y el que sea muy evidente que usa referencias fotográficas para los mismos —sin ir más lejos, uno de los protagonistas de la acción es Sir Anthony Hopkins—, es ‘Kivu’ una lectura de esas que, en ocasiones, tachamos aquí de estrictamente necesarias, de esas que hay que hacer sí o sí para, al menos, ser conscientes de que nuestro acomodado modo de vida se sostiene sobre hombros manchados de sangre y sufrimiento. Algo que, ante todo, tendría que servir de acicate para contemplar nuestras existencias con miradas llenas de agradecimiento por lo mucho que realmente tenemos.
Kivu
- Autores: Jean Van Hamme y Christophe Simon
- Editorial: Ponent Mon
- Encuadernación: Cartoné
- Páginas: 72 páginas
- Precio: 20,90 euros en