‘Los Aristócratas vol.2’, ingenio a lo 007

A poco que uno haya disfrutado alguna vez con los mil y un recursos que las películas de James Bond han puesto en las cinco décadas que llevan dando guerra en la gran pantalla, es de recibo afirmar que es ‘Los aristócratas’ una lectura hecha a su medida: dejando de lado que en lugar de un único protagonista tenemos un grupo formado por cinco integrantes —nuestros Aristócratas serían, si así quisiéramos pensarlo, un grupo nacido del resultado de escindir al espía todoterreno en algunas de sus habilidades—, se hace muy evidente por la manera en la que Alfredo Castelli da forma a las historias que aquí se recogen, que es el personaje creado por Ian Fleming primer y más potente referente de lo que anima las creativas y muy entretenidas aventuras plasmadas en este ingenioso tebeo.

Preludiadas de manera brillante por el guionista como ya pasara en el primer volumen, las andanzas de ‘Los Aristócratas’ dan un ambicioso salto cualitativo en este segundo integral publicado por Ponent Mon ya que, a varias historias cortas que, divertidas e ingeniosas, no pasan de lo anecdótico —ese robot gigante japonés…—, se impone aquella prolongada que abre la lectura y que lleva a nuestros particulares héroes a luchar contra el tráfico de droga desde Hong Kong a tierras sudamericanas, en un relato que, dividido en pequeños capítulos por la forma en la que se publicó originalmente, no oculta su ambición por convertirse en el rasero por el que medir toda la cabecera.

Apoyado en la dinámica narrativa de Ferdinando Tacconi —un dibujante que, eso sí, echa mano en exceso de los primeros planos en ligero escorzo hacia la derecha, generando una personalidad algo reiterativa—, el otro plato fuerte de este segundo integral de ‘Los aristócratas’ es, sin duda alguna, la continuada apuesta de su guionista por inventar cuantos más cachivaches «imposibles», mejor. Y entrecomillo imposibles porque llama la atención, y mucho —como ya pasaba con el primer volumen— que por mucho que surjan de la más febril de las imaginaciones, tienen una base tan real que, no sólo es que no cueste imaginarlos en la vida real, es que algunos de ellos logran anticiparse a gadgets que, con el tiempo, han llegado a comercializarse, quizás no tal cuáles los concibieron Castelli y Tacconi, pero casi. No es que ‘Los Aristócratas’ sea mejor por la voluntad de sus creadores de hacer del «departamento Q» un hecho tan relevante de su criatura, pero no cabe duda que ayuda, y mucho, a elevar el notable resultado final.