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V. Kingdom Come

Kingdom Come, el apabullante homenaje de Alex Ross y Waid a la historia de DC

Absolut Kingdom Come

Poco después de dar la campanada con Marvels, Alex Ross se acercó a DC con una idea que, según él, estaba a la sombra de otras grandes fantasías épicas de superhéroes como El regreso del caballero oscuro, de Frank Miller. Ross, dibujante de éxito, quería que la editorial le dejase hacer un cómic sobre el futuro de los superhéroes, sobre cómo envejecerían y cómo continuarían su labor. Una aproximación al concepto del legado (tan querido en DC) desde otro punto de vista. Así nació Kingdom Come.

Kingdom Come planteaba un futuro en el que Superman había decidido retirarse después de que la eficacia de sus métodos no violentos fueran cuestionados por los hombres a los que debía proteger. En plenos 90, en la era del superhéroe oscuro, de los personajes ambiguos, del final de la división entre el bien y el mal en los cómics, la obra tomaba partido: sin esa idea del bien absoluto, los defensores de la humanidad se transformaban en semidioses caprichosos.

Kingdom Come

Pese a que la idea original era de Ross, DC encargó a Mark Waid que le ayudase a llevar el guión a buen puerto. No pudieron haber escogido mejor (o sí, pero no llegaremos a saberlo nunca). Por un lado, KC planteaba un futuro desconocido, de manera que necesitaba un guionista capaz de dar vida a los muchos superhéroes nuevos que tenía en mente Ross. Pero, a la vez, KC era un estudio del paso del tiempo en el universo DC, así que quien trabajase en ella debía conocer la historia de la editorial y sus personajes casi al dedillo. Especialmente por esto último Waid era un guionista idóneo.

Visualmente, KC apabulla. Cada viñeta es un festival de detalles, en el que Ross da lo mejor de sí mismo. Su estilo fotorrealista (utilizó a personas reales como modelos, como el narrador, basado en su padre), su monumentalidad y lo épico de cada página le dan a KC un aspecto impresionante, con soluciones visuales tan interesantes como las del Bruce Wayne envejecido (que no es una copia de Frank Miller) o la de ese Superman que hoy, gracias a Geoff Johns, ya forma parte de la continuidad.

Kingdom Come

Por ejemplo, de lo cuidado de cada pequeño dibujo da fe el diseño del Planet Krypton, un Planet Hollywood dedicado a honrar la memoria de los viejos superhéroes que es, en sí, un resumen de toda la historia de DC: Ross redibuja hasta los primeros cómics de la editorial para ponerlos en las paredes. Dice Waid que ahí fue cuando se dio cuenta que, pese a sus conocimientos de DC, él no le hacía demasiado falta a Ross: el dibujante ya era una pequeña enciclopedia andante de DC antes de sentarse a su lado a escribir Kingdom Come.

El guión no es el de una obra maestra, pero sí un buen ejemplo de cómic clásico de superhéroes. Para ser mejor, KC hubiera necesitado más páginas: hay muchos personajes desaprovechados, que Ross y Waid se conforman con mostrar en un par de viñetas y sugerir lo que les ha ocurrido, pero que no dejan de ser meros figurantes. La historia de Superman se lo come casi todo y ahí es donde radica el punto más débil de KC: pudiendo ser una historia definitiva para el universo DC, se conforma con ser otro cómic notable.

Review Kingdom ComePese a sus defectos, es inevitable sentirse atraído por una obra como Kingdom Come. Es un tebeo de superhéroes que reivindica lo clásico frente a la deconstrucción del mito de las capas y los superpoderes, por lo que tiene un saludable aroma añejo (o vintage, que diríamos ahora). Y, por encima de todo, es junto a Marvels la expresión perfecta de un artista, Alex Ross, capaz de brillar en algo más que en las portadas y de tener un estilo tan propio que pocos podrán intentar imitar sin salir escaldados.

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