Como quiera que la única vez que, en esta página, hemos tenido la sensatez de verter nuestras impresiones sobre ‘Jazz Maynard’, fue hace ya cuatro largos años con motivo de la aparición de su quinto volumen. Como quiera que, por aquél entonces, no fui yo sino nuestro antiguo compañero Jaime el que le hizo los honores a la singularmente magistral serie de Raule y Roger. Y, como quiera que la ocasión es muy especial por cuanto, de manera completamente inesperada, esta séptima entrega de la saga es la que sirve a los autores para despedir al personaje…nos vais a permitir hacer una breve recapitulación de todo lo que ha sido esta serie hasta la fecha para después acometer, con un nudo en la garganta, las que serán últimas líneas que escribiremos sobre lo que mi colega definía, con mucho tino, como » El heredero natural de Dieter Lumpen, Corto Maltés y Lupin III».
He de confesar que, tras leer incontables alabanzas por los habituales rincones de la red desde que en septiembre de 2007 apareciera el primer volumen de la serie, cuando finalmente decido acercarme a ella dos años después, toda vez la primera trilogía —la barcelonesa—hubo finalizado, lo hago impulsado por una atracción ineludible hacia el dibujo de Roger. Estilizando al máximo las redondeces de Alan Davis o Adam Hughes, el artista barcelonés hace gala ya entonces—y la ha seguido haciendo, que no os quepa duda— de una gran personalidad que no se limita al innegable atractivo de su trazo sino que ofrece en cada página un poderoso recital narrativo siempre dentro de las constricciones de la viñeta: por más que la composición de página sea cerrada —no hay lugar para experimentaciones en cuanto a rotura del aviñetado o splash-pages— Roger sabe sacar un partido inusitado a la distribución y distinto tamaño de las mismas, sin que en ningún momento el vibrante discurrir de la historia se vea resentido por no caer en las arquetipos discursivos que normalmente asociaríamos a las «secuencias de acción». Es precisamente en éstas, y en cómo se coreografían las escenas de lucha donde el dibujante se muestra especialmente eficaz y sorprendente, controlando a la perfección el entorno en el que sitúa a los personajes para evitar una molesta sensación de caos. Además, en la caracterización de aquéllos, Roger es preciso e inequívoco, ajustando al máximo las diferencias faciales y anatómicas entre los tres protagonistas masculinos —Jazz, Teo y Judas— así como las del resto del «reparto».
Y eso si sólo nos referimos a los tres primeros álbumes, porque si algo se comenzó a ver de manera paulatina a partir del cuarto, con más intensidad en el quinto y sexto y de manera ASOMBROSA en este último séptimo volumen, es la voluntad del dibujante por empezar a romper el encorsetamiento de esa estructura de viñetas perfectamente definidas y cerradas que conformaban sus primeros pasos en la serie. Y no hay mejor muestra de ello que las muchas planchas que en ‘Live in Barcelona’ se abren a juegos de solapado entre una ilustración de fondo a toda página y viñetas que salpican la escena —arriba tenéis un ejemplo de ello, y no precisamente el de mayor envergadura de cuantos podemos encontrar a lo largo de las 52 página— o, tocando el final, la espectacular apertura del foco que se hace en una doble splash de esas que nunca se nos podrá olvidar.
Con tan impresionante talento al lado, la labor de Raule podría haber quedado eclipsada debajo de lo espectacular del dibujo, algo que el guionista evita de forma magistral articulando una historia de acusado tono noir cuyo punto álgido es la concreción de los personajes y la interacción entre los mismos. Con el telón de fondo de la ciudad Condal, durante la primera trilogía y este álbum de cierre, o las frías tierras islandesas en la segunda trilogía; y unas tramas que incluyen corrupción política, trapicheos con la mafia china, trata de mujeres y niñas, el robo de una moneda de valor incalculable, la misión de adquisición de una reliquia con supuestos poderes sobrenaturales o todo lo que rodea a los últimos compases de la historia, Raule va trazando a sus personajes con pulso firme, definiendo a los mismos con pocas líneas de diálogo y creando a uno central, Jazz, de indudable atractivo y enorme potencial.
Como si de una explosiva mezcla entre Bourne, Bond, Remington Steele —genial la cita a ‘La Princesa Prometida’— o el protagonista de ‘Shoot’Em Up’ se tratara, Jazz Maynard es uno de esos caracteres que atrapa nada más verlo. Consciente de ello, Raule reserva los mejores momentos de la historia para su estrella, sin que ello vaya en detrimento de los demás «actores», que se definen con igual maestría, siendo el enigmático Judas, la explosiva Lucía o su inseparable Teo, claros ejemplos de un recorrido que, llegados a esta última parada, adquiere sus tintes más melancólicos, enérgicos y trágicos: Raule no escatima en recursos para que a aquellos lectores que hayamos ido asomándonos a ‘Jazz Maynard’ durante los últimos doce años no se nos pueda olvidar jamás la forma en la que cerró una saga que, si ya lo era, ahora se alza de manera mucho más categórica como uno de los mejores tebeos paridos en nuestra tierra desde el cambio de siglo. Ahí dejamos eso.
Jazz Maynard 7. Live in Barcelona
- Autores: Raule y Roger
- Editorial: Diábolo Ediciones
- Encuadernación: Cartoné
- Páginas: 52 páginas
- Precio: 15,15 euros en