'Ice Cream Man 1', good vs. evil

Cabría asignarles muchos más, y de hecho así lo haremos, probablemente, a lo largo de esta reseña, pero de tener que reducir a uno el epíteto que mejor caracteriza a lo que W. Maxwell Prince y Martin Morazzo llevan poniendo en juego con ‘Ice Cream Man‘ desde que la serie apareciera en Image poco después de que empezara 2018, ese sería el de «inclasificable». De hecho, los propios responsables de la cabecera la definen como una «serie que desafía los géneros». Y es que, aunque a lo largo de la misma va haciéndose paulatinamente patente hacia dónde se dirigen sus autores con ella, dicha sensación es una vaguedad en constante construcción con pequeños bloques que, imperceptibles si no se les observa desde lejos, no suponen sino una ínfima parte de lo que cada ejemplar ofrece en esta propuesta que se ajusta, más o menos, al formato de episodios autoconclusivos a lo ‘Twilight Zone‘ de Rod Serling o ‘La hora de Alfred Hitchcock‘ del orondo y mítico cineasta británico.

Bajo esa perspectiva, y a sabiendas de que hay una mínima continuidad que no es perceptible hasta el final del primer año de la cabecera, cada número de ‘Ice Cream Man’ es un hecho autocontenido en sí mismo que basa su efectividad en instilar cuanto más mal rollo en el lector, mejor. Y eso es algo que el primer ejemplar de la colección ya deja claro que se debe tanto a las ideas que maneja Prince desde el guión como a aquellas que dispone Morazzo en la página en blanco con su trazo feista y sus «desagradables» protagonistas, que siempre se mueven, generando incomodidad, en la fina línea que separa lo estándar de lo desproporcionado y, por ende, antipático a la vista…a la par que atrayente y singular. Moviéndose con comodidad en esos parámetros, Morazzo imprime en el lector en un sólo golpe de nuestra mirada lo que Prince termina de completar con la historia que van hilvanando las viñetas de su compañero.

Y en ese hilvanado, como decíamos antes, es donde reside esa fundamental cualidad de inclasificable y de donde dimanan, a continuación, valores como lo malrollero, atractivo o alucinante de unos números que se leen en un suspiro, ya en su forma aislada, ya en los volúmenes que Moztros ha publicado ya en castellano y que vuelan ante nuestra atónita mirada, que sólo quiere más y más a sabiendas de que, al cierre de cada relato, sólo hay una constante, ese vendedor de helados que nos invita, con su taimada sonrisa, a seguir probando cuantos más sabores, mejor. Sabores como el de ese niño y ese hombre lobo; el de esos drogadictos al que el destino les tiene reservada una cruenta ironía; el de ese one hit wonder que, en su vejez, añora el sabor de la fama o el del suicida que, mientras cae, va revelando el horror que habita en un edificio de oficinas. Y esto sólo es el principio, os aseguramos que, conforma la serie avanza, Prince demuestra que el cajón de las ideas lo tiene bien nutrido y que, además, hay algo detrás del heladero que superará nuestros más locos intentos de anticiparnos hacia dónde diantres se dirige esta cabecera que es todo un viaje…en más de un sentido de la palabra.