«Es muy duro, ¿eh? Tienes que leerlo con el ánimo alto».
Tan proféticas palabras me espetaba Colo en la pasada Feria del Libro de Madrid cuando, con mi ejemplar de ‘Hoy es buen día para morir’ bajo el brazo, era presentado de forma fugaz al artista de mano de la responsable de prensa de Dib-buks. Como quiera que no quería molestar pues Jesús —que así es como se llama realmente el artista detrás de lo que hoy os traemos— andaba enfrascado dedicando las pocas unidades que quedaban en el puesto que la casa de Ricardo Esteban tenía en la interminable celebración madrileña, me despedí de aquél rinconcito tan agradable presto a dar cuenta cuanto antes de la lectura de lo nuevo del autor de ‘De perro y huesos’, una de las obras que señalaría sí o sí como imprescindibles del año 2010.
Y si de ‘De perro y huesos’ diría que fue un descubrimiento que me «voló la cabeza» por lo mucho que Colo ponía en juego en las páginas del volumen que fue premiado con el Premio Internacional Planeta Cómic —un galardón que fue visto y no visto, una pena—, sobre ‘Hoy es un buen día para morir’ es tanto lo que hay que comentar, que resumirlo en una única frase, resulta cuanto menos imposible. De acuerdo, está el titular, pero afirmar que un tebeo es una obra maestra —con el matiz diferenciador que aporta el potente epíteto que precede a tal calificación— sólo atiende al talante sumo de un conjunto que atesora un millar de facetas tan diferentes como apasionantes, y que termina convirtiéndose por mano de ellas en un auténtico tratado con el que aleccionar a los no creyentes acerca de este mundo por descubrir que es el noveno arte.
Huelga afirmar que, por muy extensa que pueda llegar a ser esta entrada, dar preciso y exhaustivo recuento de las muchas y muy variadas maravillas que encierran las casi cuatrocientas páginas de ‘Hoy es un buen día para morir’ no sólo devendría en un ejercicio de extrema dureza lectora, sino que resultaría contraproducente por cuanto si hay algo que cualquier lector de cómics debería hacer con éste voluminoso tebeo, es LEERLO y descubrir por sí mismo que esa cualidad de obra maestra con la que ya hemos calificado al trabajo de Colo no es fruto de una impresión poco fundamentada o de la desaforada pasión del que esto firma por el noveno arte. NO. Lo que incluyen las páginas de esta ejemplar obra se ganan a pulso dicha calificación por tantos y tan variados motivos que señalar al artista como uno de los mejores con los que ahora mismo cuenta el panorama español es, como poco, OBLIGADO.
Variedad. Ahí está el primer secreto con el que Jesús Colomina nos conquista. Con un relato que comienza en los fríos del círculo polar ártico y después centra el grueso de su acción en las calles de Madrid en un tiempo indeterminado del futuro, es la inmensa variedad del discurrir de la historia lo que mantiene al lector «pegado» a las páginas y lo que provoca que a cada nuevo girar de página sea imposible predecir lo que nos vamos a encontrar y el calado que va a atesorar, dada la clara intención de lo que Colo concreta de servir de contundente acicate hacia el adocenamiento de la sociedad moderna, hacia el desdibujado del individuo en esta sociedad globalizada y hacia la consecuente pérdida de la identidad, de ese yo que nos hace únicos y preciosos.
Pero Colo no se para ahí —si uno lo piensa de forma detenida, ya con esos mimbres se podría construir una historia apasionante— y utiliza ‘Hoy puede ser un buen día para morir’ para, quién sabe, exorcizar los demonios de la creatividad, esos que de cuando en cuando hacen presa del artista y que le bloquean impidiéndole acceder al manantial del que otrora bebiera sin dificultad. De hecho, me atrevería a apuntar que es la figura de veterano escritor, y las numerosas páginas en que se interrumpe el discurrir de la acción para que, por su boca, Colo nos traslade fantásticas ideas que por sí solas servirían como espectacular base para otro proyecto aviñetado, las que rayan a mayor altura de todo lo que se nos ofrece aquí.
Una oferta que, vasta como ella sola, no se detiene en lo ya apuntado, y se configura en términos generales como un thriller de corte sociológico sobre el que Colo vuelca su cínica, lúcida y elocuente mirada hacia el mundo que nos rodea, hablando desde un tiempo futuro de nuestro presente y, al hacerlo, enmarcando a esta historia de ciencia-ficción entre aquellas que mejor han sabido representar ese valor del género que es reflexionar sobre la realidad a través de la imaginación. Una imaginación que, unida a la pasión del autor por la música —el libro viene acompañado de un compacto a modo de banda sonora de la lectura, con el que Colo y su grupo, Hielo Rojo, refuerzan de forma sorprendente muchas de las sensaciones que va imprimiendo el relato en el lector—, no se limita, por supuesto, ni al fantástico desarrollo de los acontecimientos, ni al asombroso modo en que son descritos con precisión quirúrgica los personajes —atención especial merecen, al margen del citado veterano escritor, el «asesino» y la chica que intercambia historias con el dueño de un pequeño bar— encontrando en la concreción visual de todas las ideas hacia las que apunta el relato la muestra definitiva de que lo que tenemos delante NO ES NORMAL.
Variedad. Si este era el sustantivo que utilizaba tres párrafos más arriba para dar una primera idea de lo que hace grande a ‘Hoy es un buen día para morir’, es el mismo al que no hay más remedio que acudir si de lo que hemos de departir es del asombroso cajón de herramientas al que Colo va acudiendo para llenar las páginas de su magna obra. Valorarlas de forma aislada, sin tener en cuenta la historia a la que sirven, ya es un ejercicio que devuelve impresiones sobresalientes, sometido como está todo el conjunto a infinidad de recursos narrativos que aumentan sobremanera esa sensación constante de no saber qué te vas a encontrar a la que hacía referencia anteriormente.
Arropadas como quedan en una cualidad de marcada personalidad cinematográfica que nos lleva a pensar cuán bien funcionaría la obra en su traslación a veinticuatro fotogramas por segundo, es no obstante en su apreciación conjunta con el guión donde las páginas de ‘Hoy es un buen día para morir’ nos devuelven, y de qué manera, la impresión más categórica de estar ante algo que funciona a muchísimos más niveles de lo que lo hace cualquier cómic al uso. Esa sensación, la de estar ante algo con un millar de facetas, la de tener delante un hojaldre compuesto multitud de capas que no hacen sino ir desvelando partículas de significado conforme se van levantando unas y descubriendo otras, es la que en última instancia —y en absoluta sincronía con todo lo anterior— ayuda a que finalicemos el libro extasiados, sumidos en un estado de perplejidad que no hará sino aumentar conforme, durante los días siguientes, no podamos dejar de pensar en esta jodida obra maestra que, de haber justicia en este mundillo del noveno arte, está llamada a GIGANTESCOS logros. Al tiempo.
Hoy es un buen día para morir
- Autores: Colo
- Editorial: Dibbuks
- Encuadernación: Rústica con solapas
- Páginas: 384 páginas
- Precio: 28,50 euros en
-Jodida obra maestra: ¡A por ella!
-Tienes que estar bien de ánimo para leerla: Tsssssperaaaa.
Este tipo de futuros distópicos, crímenes etc que tocan la fibra sensible y, como bien decís «vuelan la cabeza» me suelen dejar el cuerpo cortado aunque me encanten por la vena un poco «masoca» que solemos tener los lectores de comics. Del uno al diez (siendo el 0 mi pequeño pony y el diez cualquier cosa relacionada con los más profundos tempores de la chunguez humana) ¿qué puntuación le dais en ese nivel? Por poner una referencia, la escena del rorschach (sí, esa) para mí es un ocho.
Puuuffff, en difícil brete me pones, amigo Jomonge. Si tuviera que aventurar una calificación entre el pony y la chunguez humana, creo que estaría bastante cerca del segundo. Algo así como el ocho que le das a la escenita con Rorschach o, quizás, por lo muy variado de lo jodido que aquí se puede ver, incluso algo más.