He de confesar que, dado lo prolongado de su recorrido editorial, los constantes vaivenes de equipos creativos a los que la cúpula directiva de DC lo ha ido sometiendo a lo largo de los años y el que muchas de dichas decisiones fueran tachadas en su momento como poco de equivocadas, nunca he seguido de cerca a John Constantine. Ahora bien, no os dejéis engañar por tal afirmación y penséis que el no contarme entre los muchos fieles que el mago callejero ha congregado desde aquél primer momento en que Alan Moore lo hizo aparecer en las páginas de ‘La Cosa del Pantano’ significa, ni mucho menos, que en sus sucesivas encarnaciones no han habido instantes en que la curiosidad ha podido al desinterés. De hecho, dos son en concreto las que, por encima de otras, hablan de forma contundente de que cuando así lo han querido, las páginas de ‘Hellblazer’ han estado a un nivel estratosférico.
La primera, la estancia de Garth Ennis y Steve Dillon en la colección: perfecto preludio de lo que después sería esa obra maestra de Vertigo que es ‘Predicador’ —miedo me da lo que AMC, la responsable de la magistral ‘Breaking Bad’ y de la muy olvidable ‘The Walking Dead’, y Seth Rogen (y aquí no hay nada que destacar y si mucho que destrozar) hayan hecho con la adaptación a serie de televisión de tan magno título— los números en los que los artistas británicos se hicieron cargo del destino de John Constantine nos dejaron momentos para el recuerdo entre los que me quedaría, así en términos generales, con todos los que componen ‘La llama de la condenación’, uno de esos arcos argumentales que si de algo se podría calificar es de ser lectura obligada para todos los que alguna vez hayan acercado su mirada al sello adulto de DC.
La segunda, cómo no, es la que hoy nos ocupa. Una etapa que no había vuelto a leer desde que lo hiciera por primera vez hace una década y que, en su revisión ha venido a posicionarse incluso por delante de lo que Ennis supo aportar al personaje. Y es que, considerando la ubicuidad del personaje para adaptarse al género que sea, es lógico que Brian Azzarello se lo llevara al redil que mejor se le ha dado desde siempre —el del género negro— y nos ofreciera, en estas casi setecientas páginas, una visión sobre el personaje que, más que abundar en el mismo, sirve al escritor estadounidense para explorar de nuevo esa américa más oscura a la que nos asomamos de forma irremisible cada vez que abrimos un tebeo firmado por él.
Y nada más oscuro que la forma en la que comienza el enorme arco argumental que Azzarello traza aquí, llevándose al cabronazo de John Constantine a la cárcel. Sin conocer de primeras los motivos por los que el protagonista ha ido a parar al trullo, y sin que sus páginas contengan ni un atisbo de concesiones a la galería —las primeras viñetas de la lectura dejan entrever a un preso siendo sodomizado por otro…ahí es nada—, el tiempo que nuestro «héroe» pasará entre rejas sirve al escritor y a un incomnesurable Richard Corben para ofrecernos lo que personalmente considero CUMBRE indiscutible de aquello de ‘Hellblazer’ que sí he leído: diálogos punzantes, personajes extremos, acciones aún más extremas y un tono de maravillosa sordidez son las características fundamentales de unas páginas que, además, prefiguran como decía antes los derroteros por los que va a discurrir la narración.
Lejos de ser el protagonista principal de la misma, Constantine es dibujado durante todo el volumen por Azzarello como el catalizador de lo que un siempre fascinante elenco de secundarios nos va ofreciendo. Y si de fascinación hay que hablar, debemos dar un salto desde el ‘Entre rejas’ con el que arranca la lectura al ‘Highwater’ que preludia el final de la misma. Situado en el pueblo del mismo nombre, uno de esos de la América profunda que tanto ha servido siempre a los intereses de Azzarello, la trama de neonazis que encuentran la horma de su zapato en Constantine es tan sólida y brutal que lo que da cierre a la lectura y a la permanencia del guionista en la cabecera, se queda algo por debajo.
Entendiendo ese «algo» como unas micras por debajo, valorando sobremanera el trabajo de Marcelo Frusin —un sosias de Eduardo Risso que, aún sin estar a la altura del artista argentino, respalda con solidez las propuestas argumentales de Azzarello— y dejando claro en última instancia que la lectura a la que aquí podemos acceder es, como dirían los yanquis, un «must-have», creo que poco más se puede argumentar a favor de la que, por si no ha quedado claro, servidor considera la cumbre de una colección que desde que DC se reinventara, nunca ha vuelto a ser la misma. El cómic adulto echa mucho de menos en falta a las «travesuras» de John Constantine. Hora es ya de que en la Distinguida Competencia se den cuenta y hagan algo para remediar la muy prolongada ausencia del personaje de las callejuelas de Vertigo.
Hellblazer de Brian Azzarello
- Autores: Brian Azzarello, Marcelo Frusin et al
- Editorial: ECC
- Encuadernación: Cartoné
- Páginas: 696 páginas
- Precio: 42,75 euros en