100 Balas supuso todo un cambio de mentalidad a la hora de abordar nuevas series para la línea Vertigo, habitualmente plagada de magos descarados con lengua viperina, dioses del País de los Sueños con aspecto de gótico tenebroso y sacerdotes poseídos por entidades celestiales con acento sureño. Un cambio que apuntaba hacia un género más terrenal como el noir, una historia llena de personajes de dudosa moralidad que venderían a su madre si con ello obtenían el beneficio de unos dólares y que durante un buen puñado de números nunca supimos quienes eran los buenos y quiénes los malos. Tras 100 entregas la serie llegó a su fin dejando contentos a muchos y con la mosca detrás de la oreja a otros tantos. Conseguir un consenso pleno con una colección tan larga y con tantos giros de guión suponía una tarea, cuando menos, difícil. Algún que otro altibajo (muy pocos, la verdad) en el peor de los momentos consiguió enervar a más de un aficionado que había estado esperando el desenlace y veía venir lo peor.
Pero en esto de los tebeos nunca se puede dar por cerrado nada y años después, por expreso deseo del dibujante Eduardo Risso, el universo balístico renacía para centrarse en la figura de uno de los personajes más carismáticos que desfilaron por sus páginas, Lono (si atendemos a todos los que pasaron por las páginas de la serie madre, había donde elegir). La acción transcurre en la ciudad mexicana de Durango, un paisaje donde el cártel de Las Torres Gemelas mueve todo el tráfico de la droga en la zona. Entre tanto trapicheo tan solo hay un sitio que parece estar al margen, el orfanato llevado por el religioso Padre Manuel que contará con un desconocido Lono, más cercano a la religión y dejando de lado la peligrosa vida que todos conocemos. A estos elementos se le añadirá la presencia de una guapa monja cuyo pasado es bastante oscuro. Elementos de sobras conocidos para el lector que a estas alturas venga de vuelta. Sí, nada nuevo bajo el sol, pero el guionista sabe muy bien cómo utilizarlos para hacernos pasar un estupendo rato de lectura.
La fórmula que se tenía que utilizar era bien sencilla y teniendo a Brian Azzarello a bordo, el trabajo suele salir a pedir de boca. El de Cleveland sabe muy bien qué tipo de historia contar para captar nuevos lectores (esta miniserie era una forma de refrescar la memoria del personal) a la vez que mantiene contento a la legión de aficionados de la serie clásica. Personajes peligrosos, extremos, malvados por naturaleza y sin ningún tipo de escrúpulos, algo muy habitual en el universo 100 Balas y que ahora traslada a la perfección en esta nueva aventura. Pero el acertado guión es solo uno de los atractivos de la obra ya que el trabajo de Risso es uno de los más espectaculares que le hemos visto hasta el momento. Los juegos de luces y sombras marca de la casa le siguen funcionando a la perfección, recordándonos a maestros como Frank Miller o Mike Mignola. Ni que decir tiene que el argentino, a pesar de las influencias, ha conseguido desarrollar un estilo propio e inconfundible, convirtiéndolo en uno de los pesos pesados de la industria. Tal y como se comenta un poco más arriba, Hermano Lono ve la luz por su insistencia, imagínense a un gran dibujante como él especialmente motivado, ¿deleite gráfico in progress? Este relato abría la posibilidad de poder disfrutar de más proyectos protagonizados por distintos personajes de 100 Balas, ilusión inicial que tras nueve años se ha disipado, quizás no del todo puesto que ya sabemos como funciona esto de los tebeos, pero hasta nueva orden, nos tendremos que conformar con lo que hay.
[Grade — 8.50]
100 Balas: Hermano Lono
- Autores: Brian Azzarello y Eduardo Risso
- Editorial: ECC Ediciones
- Encuadernación: Cartoné
- Páginas: 192 páginas
- Precio: 21.50 euros