Son los acontecimientos que narra ‘¡Hay que arreglar lo de Dinamarca!‘, ejemplo muy significativo de que las guerras, sean del tipo que sean, sólo pueden ser calificadas como absurdas porque el tiempo siempre termina encargándose de diluir los sin sentidos que las empezaron. Vale, es una generalidad que, en algún que otro caso, habría que matizar —y quizá ningún matiz sería más necesario que los muchos que habría que aducir a la hora de hablar de la Segunda Guerra Mundial, sobre todo en lo que de parar al Tercer Reich hubo en la contienda global—, pero nos viene al pelo porque ninguna guerra ha sucumbido tanto ante el término como la que mantuvieron, durante más de 170 años, la localidad granadina de Huéscar y el reino de Dinamarca…¡¡sin que ninguno de los dos supiera que lo estaban!! Y no, no es una ficción firmada por Luis García Berlanga —aunque mucho de «berlanguismo» hay en la situación—, sino un hecho real que permaneció escondido desde 1809 hasta 1981, cuando un archivero municipal de la citada localidad española, descubrió la declaración de guerra oficial que, a comienzos del s.XIX, había hecho el cabildo de la ciudad movido por un sentimiento nacional en plena campaña de conquistas napoleónicas.
Destapado el asunto, y con la prensa hincando rauda su dentada en lo que era una de esas noticias que, por su talante jocoso, más podrían abundar en el diario de este mundo nuestro, la situación se resolvió de manera muy amistosa, algo en lo que hace mucho hincapié este acercamiento que Román López-Cabrera lleva a cabo en un álbum que si de algo puede presumir, no sólo es de buenas intenciones, sino de una simpatía a raudales que hace que, aún conociendo la historia real más o menos de cerca, y suponiendo además cuál fue su conclusión, la consumamos con cierta avidez para saber qué pasó hace cuatro décadas. Bajo ese lustre ameno y despreocupado, subyace un obvio mensaje de paz entre los pueblos de la Tierra que, en estos tiempos que nos ha tocado vivir, con el mundo crispado tras más de un año de conflicto en Ucrania, a más de uno y de dos no les vendría mal recordar. A fin de cuentas, nuestro paso por el planeta es cuanto menos fugaz y más nos valdría recordar que la huella que deberíamos dejar en el mismo sólo tendría que servir para el bienestar de las generaciones futuras. Algo de eso hay en la voluntad de López-Cabrera al rescatar este divertido apunte histórico. Uno que el artista ilustra con enorme efectividad y que, a nuestros ojos, se alza indiscutible como lo mejor que hemos leído hasta el momento proveniente de Cascaborra.
¡Hay que arreglar lo de Dinamarca!
- Autores: Román López-Cabrera y Marina Armengol Más
- Editorial: Cascaborra Ediciones
- Encuadernación: Cartoné
- Páginas: 64 páginas
- Precio: 17 euros