'Green Arrow 80 Aniversario', dieciséis lustros con el carcaj y las flechas

DC continua con la celebración de los ochenta aniversarios de sus más vetustas creaciones confiando, con especiales encargados a equipos creativos variados que rindan homenaje a este o aquél superhéroe, seguir manteniendo el interés de los lectores más veteranos del lugar, esos que ya es casi imposible que estuvieran en el instante en el que el héroe de turno vio la luz por primera vez en página impresa pero que, no obstante, llevan toda su vida dando cuenta de sus aventuras. Así las cosas, hasta la fecha han pasado por tan ostentosa cifra, la tríada principal del Panteón de la editorial —Batman, Superman y Wonder Woman, por si alguno no sabe a quiénes me refiero—, Robin, Aquaman, Catwoman, Green Lantern y Joker, siendo ahora el turno de nuestro arquero favorito con permiso de Ojo de Halcón en un volumen que, al margen de las inevitables historias clásicas llamadas a contentar a los fans más recalcitrantes del lugar, alberga el especial publicado en tierras yanquis, al parecer de este redactor, es el más cohesivo y a la postre, mejor, de cuántos han visto la luz por el momento.

Y es que, aunque acarree el mismo problema de fondo de todos los demás —un problema que radica en su naturaleza fragmentada y en que, cuando se finaliza la lectura, se perciba que no había más intención que la de dejar a los autores hacer lo suyo con el personaje— se alinean aquí ciertos astros que consiguen que, a vista de pájaro, casi que no podamos apuntar a ningún relato como eslabón débil de una sólida cadena. Evidentemente, entrando en cierto menudeo, se hace más o menos ostensible la diferencia que separa a las historias de Mariko Tamaki y Javier Rodríguez —brillante el trabajo de nuestro artista—, Tom Taylor y Nicola Scott, Benjamin Percy y Otto Schmidt y Jeff Lemire y Andrea Sorrentino —magnífica la «última» historia del personaje que pergeña tan superlativo tándem— del resto…un resto formado por siete relatos más que, cuidado, si bien no se mueven en la brillantez, sí lo hacen en una notable solidez y conjuran un conjunto de lo más apetecible.

Como propuesta a depositar en saco roto por cuanto nadie que tenga la responsabilidad para hacerlo va a leer estas líneas, quedaría el que, en instancias de celebraciones venideras, se variara quizás la trillada fórmula de «cada uno a lo suyo» y se optara por contar un único relato matriz enhebrado a través de diferentes voces. Es muy probable que, hecho de esta manera, pasáramos de tener cómics «curiosos» a homenajes más contundentes y perdurables en el tiempo que, de manera llamativa, sí que sirvieran para celebrar con todas las de la ley la existencia de estos personajes bidimensionales que tanta relevancia tienen en nuestro devenir diario.