'Flor Fané', mi papá no me mima

El paso de la niñez a la adolescencia, aun en el mejor de los entornos, es un proceso complicado. Si al impacto de esta etapa se le suma que una persona tan importante en la vida de una persona como es un padre se deje guiar la mayoría de las veces más por la violencia que por el amor, nos encontramos ante un auténtico terremoto emocional. Este es el caso de Olga, la protagonista de ‘Flor fané‘, una mujer rota que no puede evitar ser todavía una niña asustada.

No estamos realmente ante un cómic. Siguiendo una estructura de diario, aunque no articulado por fechas sino en breves capítulos de esclarecedor título, algunos renunciando a la palabra para centrarse solo en los dibujos, ‘Flor fané’ está más cerca del libro ilustrado, en la línea de obras como las biografías de artistas de María Hesse. Alternando distintas técnicas y estilos, desde uno más infantil a otro más elaborado, Sara Morante, ganadora de varios premios de ilustración, no vacila en acudir a recursos como el collage y la silueta pura y dura, moviéndose en un terreno casi experimental que casa bien con la variedad de emociones que vive su protagonista.

Esta obra no es sino un malsano rito iniciático. Un viaje con un ligerísimo aroma a cuento gótico, que se recrea en los pequeños detalles y las sensaciones, en las luces como los amigos y los pequeños placeres de la vida, pero que no vacila en revelar las sombras como la figura del padre o los sentimientos confusos de cualquier adolescente. Un cuadro en que la naturaleza va a ser clave, como esos insectos que pueden ser tan liberadores como el grillo cantor o el inicio mismo de la pesadilla que puede cambiar por completo la existencia de una persona que apenas si empieza a descubrir qué es vivir.

‘Flor fané’, la historia de esta flor que se resiste a marchitarse, es una obra poliédrica con un toque siniestro. Un libro para adultos que nos sumerge en una joven mente, y en el que contrasta vivamente la armonía de sus imágenes con la turbulencia de los pasajes. Es muy posible que quede un regusto amargo en todo aquel que afronte una lectura como esta, fruto de la empatía que suscita una trama que puede resultar dolorosamente familiar. Porque crecer es importante, es emocionante. Pero nadie dirá que es sencillo.