Anárquico como pocos, el ritmo de publicación de la nueva serie de ‘El Vigía’ firmada por Jeff Lemire y Kim Jacinto no ha impedido —como ya veremos cuando hablemos de ella largo y tendido en breve— que la cabecera comandada por el creador de ‘Descender’ se coloque, siempre en lo personal, como una de las mejores que actualmente ve la luz bajo el emblema de Marvel. Sin querer abundar en las varias razones que me llevan a afirmar tal cosa —de nuevo, Panini tiene anunciado para el próximo mes un primer recopilatorio y será entonces cuando departamos de ella a placer— resulta ineludible usar una de ellas, acaso una de las más relevantes, para que nos sirva de introducción al volumen que hoy nos ocupa. Y esa no es otra que, de no haber existido el trabajo de Paul Jenkins, Jae Lee y el resto de artistas que imaginaron a Robert Reynolds y su alter ego allá por principios de siglo, no podríamos estar disfrutando de la versión que Lemire y Jacinto están llevando a cabo en la actualidad. ¿Obviedad decís? No tanto como parece.
En torno a eso, a las apariencias, a la línea que separa la realidad de la ficción, es a lo que giraba, aunque no de manera exclusiva, la idea que Paul Jenkins puso en pie a mediados del 2000 cuando apareció por primera vez en el universo Marvel el Vigía, un héroe del que nadie, a uno u otro lado del papel impreso, sabía nada pero que, a lo largo de los cinco números que conformaron la miniserie en la que se le presentó, se reveló no sólo como uno de los superhéroes más poderosos que había conocido La Casa de las Ideas, sino como parte integrante de la existencia de los 4F, Hulk o Spiderman…aunque ninguno de ellos se acordara de quién diantres era Bob Reynolds, cuáles eran los poderes que manejaba y por qué luchaba denodadamente contra una ominosa fuerza oscura llamada el Vacío.
De definir todo ello jugando una y otra vez a confundir al lector, a llevarlo por un camino que parece una cosa pero es otra, se encarga un Jenkins ladino y sibilino que siempre que nos da una pista, nos la ofrece envuelta de tal manera que somos casi incapaces de vislumbrarla con claridad, siendo la sensación reinante durante toda la lectura la de cierto ansia por conocer cómo demonios acabará todo. A ese desasosiego ayuda el eléctrico trazo de Jae Lee y el espléndido color que aplica José Villarrubia a unos números en los que Reynolds va visitando a sus antiguos amigos con la vana esperanza de lograr que le recuerden y reconozcan su existencia.
Tras la miniserie, cuatro one-shots dibujados por otros tantos artistas —me quedo, sin duda alguna, con el aquél al que pone talento Bill Sienkiewicz— se ocupan de terminar de dar las puntadas necesarias para que todo el tapiz quede a rematar por un último número en el que Jenkins y Lee, Lee y Jenkins, nos dejan demolidos con la revelación de la verdad. Una verdad que, tiempo después, será utilizada por Brian Michael Bendis como pilar inamovible sobre el que levantar el enorme protagonismo del Vigía en sus Vengadores y que Lemire, admirador confeso del material que hoy nos ocupa, toma igualmente como punto de partida para configurar su apasionante aproximación al personaje. ¿Obviedad decíais? No tanto como parece: sí, si Jenkins y Lee no lo hubieran inventado, Lemire no podría estar utilizándolo, pero el guionista podía haber tomado por derroteros muy distintos y, sin embargo, ha elegido ser continuista con la originalidad y el notable nivel que, sin que nadie lo esperara, alcanzó hace casi veinte años un héroe desconocido…¿o quizás es que no lo era tanto?
El Vigía
- Autores: Paul Jenkins, Jae Lee et al.
- Editorial: Panini
- Encuadernación: Cartoné
- Páginas: 201 páginas
- Precio: 23,75 euros en