En paralelo a su actividad historietística, que nos ha dejado obras tan recomendables como ‘El cazador de rayos’ y ‘Dos espadas’, Kenny Ruiz trabaja como profesor en la ESDIP (Escuela Superior de Dibujo Profesional), donde ha puesto en marcha una iniciativa de nombre poco imaginativo pero con unas motivaciones muy loables. Hablamos de El Taller, concebido para que los alumnos más destacados de la escuela publiquen de forma profesional sus primeros trabajos. Fruto de este proyecto han surgido, hasta la fecha, tres tomos recopilatorios que han visto la luz bajo la bandera de Dibbuks, editorial que muestra así su apoyo y compromiso a la cantera del cómic patrio. El primero de estos tomos apareció en 2010, mientras que el tercero nos ha llegado hace muy poquito, en este mismo mes de noviembre.
Cada uno de estos tres tomos está compuesto por una serie de historias cortas que nos permiten asomarnos al trabajo de un puñado de jóvenes que se están formando para, si la fortuna y el talento les sonríe, convertirse en profesionales de la historieta en un futuro. El primer volumen peca de un error de concepto, ya que la mayoría de las historias publicadas están incompletas, al formar parte de tramas más largas. Esto, sumado al hecho de que algunos de los autores aún estén demasiado verdes, desluce el resultado final de esa primera entrega. Por suerte, el nivel sube considerablemente a partir del segundo tomo, tanto cuantitativa como cualitativamente: un total de 20 alumnos muestran aquí sus trabajos, todas las historias son autoconclusivas y la variedad y la calidad de las propuestas mejora de forma considerable. No se trata, por tanto, de tomos pensados únicamente para que las familias de los susodichos vayan corriendo a la librería o para que las abuelas de turno presuman de nieto en la frutería. De eso nada. Claro está, aún les queda bastante trecho por recorrer a la mayoría de estos jóvenes autores, pero las tres temporadas de El Taller nos presentan algunas propuestas bastante interesantes, y también nos ayudan a hacernos una idea de por dónde discurren los gustos y las influencias de aquellos que el día de mañana quizá acaben publicando con las principales editoriales.
El manga, como cabría esperar, es una de las influencias recurrentes entre los alumnos de El Taller. Pese a que algunos se limitan a calcar tal cual la estética y los códigos del tebeo nipón, alegra comprobar que otros han sabido mezclarlo con otras influencias, como puede ser el cómic europeo. De hecho, la herencia franco-belga también se percibe en algunas de estas historias, tanto en la composición de página, como en el coloreado y el diseño de personajes. En cuestión de temáticas, la fantasía y la ciencia-ficción se llevan de calle la mayor parte de la atención. Dentro de lo fantástico, hay espacio para el terror, la fantasía heroica e incluso alguna que otra historia protagonizada por animales antropomórficos. El humor también tiene cabida, principalmente bajo la apariencia de disparatadas comedias manga. Curiosamente, no hay una sola historia de superhéroes (lo más parecido podría ser “Reich”, de Ernesto Chaparro, al final del primer volumen), y la estética propia de los cómics pijameros tampoco se percibe en el estilo de estos jóvenes dibujantes.
Una cosa a tener en cuenta a la hora de valorar estos trabajos es que, pese a que en la ESDIP también reciban cierta formación en lo que respecta a la creación y desarrollo de historias, y a la escritura de guiones en general, la mayoría de estos alumnos (o, al menos, esa es mi impresión) se están formando para ser dibujantes, de ahí que los guiones a veces no sean más que una excusa para poder dar rienda suelta a su potencial gráfico. Sea como sea, estas tres temporadas de El Taller nos ofrecen una interesante oportunidad para tomarle el pulso a esos autores que se están forjando el camino que conduce del amateurismo a la profesionalidad, y si hubiera que elegir alguno de los tres volúmenes, yo recomendaría empezar por el segundo. Y para que podáis haceros una idea mejor de lo que podemos encontrar en estos recopilatorios, os dejo con una selección de las historias de El Taller que más me han gustado.
“El huésped”, de Mit. Adaptación libre de un relato de Albert Camus, plasmada en blanco y negro, con un dibujo en el que encontramos ecos de Mike Mignola, Michael Avon Oeming y el Jim Mahfood de los tebeos de ‘Clerks’. Por la limpieza de su trazo y su dominio de la narrativa y de los planos, Mit me parece uno de los mejores autores que ha pasado por El Taller. Esta historia aparece en el primer volumen.
“Las sombras de Samhain”, de Verónica Álvarez. Incluida también en el primer volumen, esta historia es apenas un fragmento de una obra más larga, así que no puedo hacer una valoración global en lo que al guión se refiere, más allá de que se trata de una historia que combina amor y misterio envueltos por una interesante estética celta. Pero sí se percibe desde el principio que el dibujo es excelente, a caballo entre el cómic europeo y la Disney moderna, con un coloreado sensacional.
“Cuando acabe el verano”, de Víctor L Pinel. Excelente historia, y de las pocas ambientadas en el mundo real, aunque sea insuflándole un elemento fantástico. En el mundo aquí planteado, cuando una persona rompe con otra siente un vacío que a veces se llena con una imagen espectral de la otra persona, conocida como eco. Una premisa original que, bien desarrollada, podría dar perfectamente para un cómic más largo.
“Pum Pum Pai”, de Luján Fernández. Disparatada comedia manga de estética super-deformed protagonizada por una chica canija pero de armas tomar, que siempre va con una pajita en la boca y acompañada de un panda enorme que lleva un gato encima. Es una historia cargadita de tópicos, la verdad, pero con un ritmo frenético y un acabado gráfico muy bueno. Esta y la anterior historia se recogen en el segundo tomo de El Taller.
“Demiurgo”, de Adrián Huelva. Un thriller con tintes sobrenaturales con una trama que se hace un tanto confusa, por la necesidad de tener que condensar demasiada información en apenas ocho páginas, pero que tiene potencial como para funcionar en un cómic más largo. Buen dibujo, donde se perciben tanto influencias americanas como europeas, en el que destaca principalmente la atmósfera aportada por el coloreado. Esta y la siguiente aparecen en el tercer volumen.
“Trisquel, una piedra rara… rara”, de Nico Naranjo. Divertida mezcla de humor y fantasía con tres jóvenes protagonistas que parecen haberse escapado de los niños perdidos de Peter Pan. Ambientada en un mundo que bien podría ser post-apocalíptico, esta historia cuenta con un estilo de dibujo que me ha recordado al Manu Larcenet de ‘Los mundos intermedios’.
El Taller. Temporadas 1, 2 y 3
- Autores: VV.AA.
- Editorial: Dibbuks
- Encuadernación: Cartoné
- Páginas: 124/176/140
- Precio: 16€/18€/18€