‘El canto de los sables’, hito visual…que no narrativo

Asentada en un muy corto espacio de tiempo como uno de los nuevos referentes del panorama tebeístico español gracias a una apuesta firme por completar lo abotargado del paisaje de publicaciones de cómic con títulos que combinen el ser atractivos para el potencial lector y, al mismo tiempo, sean capaces de ofrecer algo diferente, Yermo Ediciones está haciendo un espléndido trabajo a la hora de labrarse un nombre entre los aficionados al noveno arte. Bien es cierto que, por sus características y la alta calidad del producto que ofrecen —sus ediciones son modélicas— el precio de sus volúmenes es algo elevado, pero creo que hasta ese detalle es una apuesta clara del joven sello por atraer a un público adulto con gustos definidos que quiera abrirse a las muchas inexploradas opciones que se esconden al otro lado de los Pirineos.

Claro ejemplo de ello es ‘El canto de los sables’ que hoy nos ocupa, una historia de guerreros y honor teñida de rojo sangre que poco o nada puede ofrecer —al menos novedoso— en el saturado tejido de los relatos de samuráis —por mucho que la acción se desarrolle en China los protagonistas no dejan de ser guerreros regidos por un código similar al de aquéllos del país del sol naciente— pero que, por contra, tiene mucho que decir en el terreno visual, cuajando Tentacle Eye —pseudónimo del ilustrador Antoine Carrion— unas páginas que merecen ser apreciadas por su especial belleza plástica, ya sea por su composición o por el fantástico uso del color que hace el dibujante francés.

Harina de otro costal es, no obstante, lo que la lectura deja tras de sí. Ya he dicho que el guión no es nada del otro mundo, y que lo que aquí se narra lo hemos visto adornado de otras maneras en incontables relatos del género. Desafortunadamente, la solidez visual de Carrion no se deja acompañar por la claridad narrativa-expositiva, y por más que podamos encontrar páginas a las que no cuesta seguir el hilo en absoluto, hay otras que resultan de difíciles comprensión, empañando este hecho tanto lo que se quiere transmitir como, en última instancia, las sensaciones que se desprenden de esta lectura cuya valoración global no pasa de lo interesante.