Ha sido la primera vez que la cabecera ‘Detective Comics’ reinicia su numeración, habiendo alcanzado la friolera de 881 números desde que comenzara su andadura en 1937. A la vista de estas cifras tan astronómicas, resulta evidente que ningún evento, por atrevido o innovador que pueda ser, justifica del todo este retorno al número 1. Es imposible cumplir con unas expectativas tan altas. Pero a pesar de todo, el arranque de esta nueva etapa con Tony Daniel a los mandos me ha parecido satisfactorio y a la altura de una colección con tanto renombre.
Tony Daniel es un autor que ha trabajado ya varias veces con Batman, principalmente como dibujante, papel que desempeñó ilustrando, por ejemplo, arcos argumentales como ‘La resurrección de Ra’s al Ghul’ o ‘Batman R.I.P.’ en los que Grant Morrison se hizo cargo de los guiones. Y pese a que Daniel también tuvo sus coqueteos con la escritura de algunos números, su papel de autor completo al frente de ‘Detective Comics’ fue lo que más recelos me despertó a priori.
Un arranque intenso
Este primer número de ‘Detective Comics’ ha sido el segundo cómic que leo del relanzamiento después del primer número de la ‘JLA’, y por tanto, el contraste ha sido muy notable y muy positivo para la propuesta de Daniel. Frente al inmovilismo de la primera entrega del combo DeCero por excelencia, Daniel se ha marcado un cómic más «a la antigua» (es decir, sin tanto descomprimir el tiempo y esas cosas…), en cuyas veintipocas páginas pasan bastantes cosas, tenemos abundante acción y, además, la promesa de un villano interesante.
De este nuevo villano poco se sabe todavía, sólo que responde al apodo de Dollmaker y que le encanta hacer cositas con la piel de la gente. De todas formas, y como clara estrategia comercial, el maloso que ocupa las primeras páginas de este arco es el Joker, tratado por Daniel de forma correcta (sin más), pero que protagoniza al final un cliffhanger de alto voltaje que me ha despertado la curiosidad por el devenir de los próximos acontecimientos.
Por lo demás, la lectura me ha dejado satisfecho y me alegra ver que Daniel no tiene miedo de sacar escenas bastante salvajes, que dosifica bien la intriga y, muy importante, que apunta a que sabrá conducir bien la faceta detectivesca del prota.
Un dibujo algo disperso
La parte gráfica, sin embargo, es lo que no me termina de cuajar del todo, si bien no tanto a nivel de dibujo como de composición. Pero vayamos por partes. Daniel me parece que hace un buen trabajo por lo general, pues cuida bien los escenarios y salvo algunas viñetas en las que Batman parece un tanto «acartonado», cumple también de sobra con los personajes. Además, cuenta con el fabuloso trabajo del colorista Tomeu Morey, que decae ligeramente en las últimas páginas, pero en el resto enriquece con multitud de matices los lápices de Daniel.
Lo que he visto más flojo, ya digo, es la composición de páginas, pues le falta personalidad. No termina de decidirse entre narrar a golpe de splash-page, a base de superponer viñetas y más viñetas en un burruño a lo años 90 o incluso dejarse seducir por una composición más tradicional a lo Alan Moore. No es un detalle que despiste demasiado a la hora de seguir la lectura, pero sí impide que el cómic termine de ser redondo en todos sus aspectos.
En cualquier caso, no quiero terminar la reseña dejando una sensación negativa, pues ya digo que lo positivo prima sobre lo negativo en esta entrega. Tengo ganas de saber más sobre el asesino que anda suelto por Gotham, quiero ver qué peligros afrontará Batman para detenerlo y quiero seguir sintiendo la intensidad que me ha transmitido este número 1. Y todo eso para mí es señal de que esta colección ha arrancado por el camino correcto.
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