Habiendo pasado la mayor parte de esos primeros tres lustros como coleccionista de cómics leyendo todo lo que caía en mis manos de títulos de superhéroes y, en consecuencia, habiendo dado supuesta cuenta ya de las mejores historias que hasta entonces se habían publicado al otro lado del charco de cualquiera de los miembros de los panteones de DC y Marvel, no podía esperar que todas las que concernían a Batman y Superman, TODAS, fueran a ser obliteradas sin miramientos por las pocas páginas en las que David Rubín condensaba la esencia misma de ambos personajes en uno de los relatos cortos incluidos en ‘La tetería del Oso Malayo’, la recopilación que Astiberri hacía en 2006 de los trabajos aparecidos en la revista ‘Dos veces breves’. Un volumen que dio a conocer al gallego más allá de aquellos afortunados que habían adquirido la publicación de la editorial Ariadna y que, de sopetón, colocó al artista como una de las voces más frescas e imprescindibles del panorama español.
Lejos de acomodarse en dicha posición, Rubín lleva más de una década demostrando, en una y otra orilla del Atlántico, que su talento se sale fuera de la norma, un hecho que ejemplos magistrales como ‘El circo del desaliento’; los dos volúmenes de ‘El Héroe’; la adaptación de ‘Beowulf’ firmada junto a Santiago García; la enérgica y estimulante ‘Hotel abismo’; cualquiera de sus dos incursiones en el microcosmos de ‘Battling Boy’ o alguna de las cuatro series que, a caballo entre Dark Horse e Image, ha publicado en tierras yanquis, sirven para poner de relieve más allá de cualquier duda razonable y que esta reedición de ‘Cuaderno de tormentas’ demuestra con tal autoridad, que ella sola se bastaría para defender el gran nombre de su creador.
Cual Sherezade que debe entretener al Sultán durante mil y una noches para no ser ajusticiada, David Rubín conjuga en las páginas de ‘Cuaderno de tormentas’ tantísimas ideas que por sí solas serían capaces de sustentar un volumen a ellas dedicadas, que uno no puede hacer otra cosa que rendirse ante el portentoso despliegue de imaginación que aquí queda recogido. Un despliegue que queda hilvanado mediante el personaje central, una suerte de Dante que baja a los infiernos de Ciudad Espanto, no para encontrar a su amada, sino para dar con la inspiración que le ayude a sacar adelante la obra en la que se encuentra atascado.
Claro sosias del propio Rubín, que en clave de metáfora constante, nos aproxima a los desvelos por los que transita un artista antes de dar con las claves que hacen flotar una idea determinada, es la forma en la que el dibujante se aproxima a tan introspectivo viaje lo que hace de ‘Cuaderno de tormentas’ una de las cumbres incuestionables del tebeo español de la última década. Echando mano, como decía, de una imaginación portentosa, Rubín va haciendo que su reflejo bidimensional recorra las calles de un mundo en el que cada encuentro, cada girar de esquina, abre la puerta a un relato que contar. Y, madre del amor hermoso, vaya si hay relatos en Ciudad Espanto que merecen ser contados.
Aquí es donde podría aprovechar para apuntar a éste o aquél que creo más efectivos o que con más intensidad me llegaron a impactar, tanto en la lectura original que le hice al volumen con ocasión de la edición de Planeta DeAgostini de 2008, como en la que he vuelto a hacer ahora. Pero os váis a quedar con las ganas. ¿Por qué? Porque es de todo punto imposible destacar una —o varias— de las historias que aquí se cuentan por encima de las demás que conforman ‘Cuaderno de tormentas’. Tal es el genio que atesora hasta la última acotación visual, hasta el último bocadillo, hasta la última línea de texto, que señalar a uno —o varios— de ellos, sería echar por tierra a todos los demás.
Huelga decir que, con tamaña validez por bandera, y a sabiendas de que, en lo que a aspectos gráficos se refiere, Rubín no conoce fronteras que atravesar, ‘Cuaderno de tormentas’ es una lectura obligatoria para todo amante del noveno arte, cojee del pie que cojee. La universalidad de su mensaje, ajena a localismos o codificaciones geográficas, es de una contundencia sublime, así como lo es la manera constante y portentosa en que estimula nuestra imaginación para llevarnos de la mano a los oscuros y atractivos recovecos de una de las ciudades ficticias más apasionantes que haya conocido jamás el mundo del tebeo. Ahí queda eso.
Cuaderno de tormentas. Crónica de los deambulares por Ciudad Espanto
- Autores: David Rubín
- Editorial: Astiberri
- Encuadernación: Cartoné
- Páginas: 136 páginas
- Precio: 14,25 euros en