‘Croqueta y empanadilla’, tiernos aperitivos

Soy consciente de que es una forma muy típica de arrancar una reseña, pero hoy no ando muy inspirado y me vais a tener que perdonar: si tuvierámos que definir a ‘Croqueta y empanadilla’ con un sólo epíteto, ese sería «tierno». Y no ya por las connotaciones gastronómicas del adjetivo, sino por el hecho de que es mucha la ternura que desprenden estas curiosas páginas protagonizadas por una imposible pareja formada, como bien apunta el título, por tan ricos aperitivos.

A esa primera impresión que dejan la práctica totalidad de las pequeñas historias con las que Ana Oncina va sirviendo el plato de buen gusto que es el volumen publicado por La Cúpula, se van añadiendo otras conforme uno se adentra en el particular universo que construye la autora. Y así, el humor —muy conciso, y en ocasiones tan surrealista como lo era aquél sketch del pincho de tortilla de Gomaespuma—, el análisis de las relaciones humanas en general y de pareja en particular, y las pequeñas idiosincrasias que caracterizan a hombres y mujeres, van abriéndose paso de muy sutiles formas por entre los intersticios de las viñetas.

Unas viñetas sencillas, que no facilonas, a través de las cuales demuestra Oncina tanto un gran control sobre el tempo narrativo del chiste gráfico (algo muy complicado) como una sensibilidad especial a la hora de construir pequeños artefactos muy agradables a la vista que dejan en el lector cierto poso de reflexión nada desdeñable. Recomendable para esas pasadas tardes de invierno en las que queramos que cierta calidez invada nuestros corazoncitos.