‘Crónicas Bárbaras. La furia de los vikingos’…¡y tan bárbaras!

Lo decía mi compañero Mario en la última entrada que le dedicaba a principios de mes a la quinta entrega de ‘Vinland Saga’: los vikingos están de moda. Una afirmación que queda refrendada por el hecho de que esta misma semana la abríamos con el acercamiento al segundo volumen de la edición de lujo que ECC está publicando de ‘Northlanders’ y la vamos a cerrar ofreciendo nuestra valoración sobre el sólido trabajo que Jean-Yves Mitton hizo en las páginas de ‘Crónicas Bárbaras. La furia de los vikingos’; un primer volumen en el que Yermo incluye los álbumes uno al tres de la serie de seis que el artista francés publicó bajo el blasón de Soleil entre 1994 y el año 2000.

Que la editorial se haya propuesto rescatar una buena parte de lo que Mitton ha producido para el mundo del noveno arte es motivo permanente de alegría cuando, hasta el momento, ello nos ha permitido acercarnos a ‘Vae Victis!’ o a la particular visión de la historia de Atila que, con dibujo de Franck Bonnet, nos llegaba allá por mitad del pasado 2015. Actuando aquí como autor completo —algo que no pasaba en ninguna de las dos series nombradas—, resulta espléndido asistir a la perfecta conjunción que el artista logra entre un guión documentado con precisión y un dibujo que, sin lugar a dudas, es la baza con la que se juega de forma más hábil para ganarse al lector desde las primeras páginas: ya sea por ostentar un ajuste documentalista que supera al que dimana del desarrollo de la historia —son asombrosos la cantidad de detalles que enriquecen el tapiz histórico que sirve de fondo al devenir de la acción—, ya por el estupendo diseño de personajes y la carga expresiva que es capaz de aportarles, ya por el fantástico uso del colorel trazo de Mitton es, a todas luces, lo mejor que ofrecen las viñetas de ‘Crónicas Bárbaras’.

Unas viñetas que, ya desde esas primeras planchas dejan muy claro que Mitton no se va a andar con remilgos a la hora de mostrar en toda su descarnada crudeza lo salvaje de las incursiones de los bárbaros nórdicos, convirtiendo a casi la totalidad del primer álbum en un festival constante de violencia verbal y visual, hemoglobina, casquería y sexo. Un talante éste que, trascendidas las 48 primeras páginas, el artista continua cultivando con un relato en el que se narran con vigor la miriada de vicisitudes que rodearán la vida de un joven novicio convertido en príncipe de los vikingos por un azar del destino. Lo que el choque entre la ascética vida monacal y la hedonista existencia vikinga supone para el protagonista es, no cabe duda, uno de los puntos mejor desarrollados del discurrir de una historia que dejará completamente saciados a aquellos que se acerquen a ella buscando emociones fuertes.