Seamos honestos —a estas alturas, ¿para qué engañar?—: por más que uno lea hasta dejarse las pestañas; por más que intente estar al día de todo lo que se cuece en el mundillo del noveno arte; por mucho que invierta denodados esfuerzos de tiempo y dinero a la hora de construir una tebeoteca lo más completa posible…aún teniendo en cuenta todo eso —y mucho más—, resulta de todo punto IMPOSIBLE dar cuenta de más del 60-70% de lo que se publica hoy por hoy en el mercado del tebeo en nuestro país…y en de allende los mares. Y eso, como pasa con los dos títulos que hoy os traemos, obliga muchas veces a dejar de lado propuestas alabadas por la mayoría por razones que pueden ir desde lo más peregrino —que no llamaran tu atención lo suficiente en el instante en que comenzaron a ser publicadas, por ejemplo— hasta las más sesudas disquisiciones que justifiquen, desde dispares puntos de vista, no haberles hecho ni caso.
Recalando con fuerza en el primer extremo, si no ha sido hasta ahora —seis años después de que Dolmen comenzara a publicarla— que le he hincado el diente a ‘Casacas Azules‘, ¡¡en su décimo quinto volumen!! es porque, como apuntaba en el párrafo anterior, la serie de Raoul Cauvin y Willy Lambil no resonó con la suficiente intensidad con mis filias en el momento de su aparición. Bueno, eso y que, justificación más plausible de cuantas podríamos aducir a la hora de no adquirir este o aquél título, no somos todo lo pudientes que quisiéramos para ir cada viernes a la tienda habitual y arramblar sin miramientos con todas las novedades, ni tenemos una mansión en la que guardar todo aquello que nos gustaría. Sea como fuere, ha tenido que pasar algo más de un lustro para que este redactor se haya acercado a ‘Casacas Azules’ y se haya dado de bruces con una realidad muy contundente: que estamos ante una ENORME cabecera.
Inaugurada allá por 1968 con Cauvin a los guiones y Louis Salvérius al dibujo, ‘Casacas Azules’ se sitúa en plena Guerra de Secesión y sigue de cerca a dos soldados confederados —los del «norte», afiliados a Lincoln y al empeño del presidente por abolir la esclavitud que reinaba a sus anchas en el «sur»—, usando Cauvin a ambos, unas veces como catalizador otras como espectadores, de episodios que, ficcionados o no, siempre tienen una base real perfectamente plausible y ampliamente documentada. Y eso es uno de los mejores valores que ostenta la cabecera, el que, aunque se mezcle con un constante sentido del humor por la relación que mantienen Blutch y Chesterfield, Cauvin siempre se las apañe para establecer una mirada seria y reflexionada sobre las mil y una caras que encierra el caleidoscopio que fue la guerra civil americana. Como muestra, el botón que conforman los tres álbumes incluidos en este décimo quinto integral —los 43, 44 y 45 de la numeración francesa original—, en los que el escritor incluye numerosas referencias a hechos y personajes reales como bien se encargan de descubrirnos las últimas y muy magníficas páginas de artículos que cierran la lectura.
Abierto el apetito por lo que contienen estas 160 páginas, y habiendo adquirido ya algunos de los álbumes franceses que aparecieron posteriormente para saciar mi repentina e inesperada hambre de ‘Casacas Azules’, puedo confirmar que el trabajo de Cauvin es de una calidad a prueba de proyectiles de cañón, y la solidez de lo que va desarrollando, unido a la cualidad nada desdeñable de lo accesible que resulta la colección en cualquier punto en el que uno quiera entrar, sólo se ve superada por el maravilloso y espectacular dechado de virtudes que son los lápices de Willy Lambil. El dibujante, del que hablamos hace unos meses a colación del primer integral de ‘Pobre Lambil’, es un ejército que avanza imparable ante cualquier análisis que quiera interponérsele: con la curiosidad que supone el que los personajes queden representados de manera más o menos realista menos los dos protagonistas, completamente caricaturizados, todo en el dibujo de Lambil, desde la ambientación inequívoca —se deja ver aquí también una muy exhaustiva labor de documentación de la época— a la narrativa pasando por la expresividad extrema de sus «actores»…TODO rezuma genialidad de cabo a rabo en lo que el artista pone en juego, conjurando en la íntima comunión con lo que su compañero cuaja un título al que se le queda algo estrecho el simple apelativo de clásico.
Sin que puedan compararse más allá de ser obras de enorme relevancia dentro del tebeo francobelga —no en vano, la creación de Fernand Dineur vio la luz con el primer ejemplar de la revista ‘Spirou’, allá por 1938—, lo cierto es que ‘Tif y Tondu‘ no ha calado de la misma manera en el que esto suscribe. Las razones para ello cabría encontrarlas más en el dibujo de Will que en lo que Maurice Tillieux concreta en unos guiones que son tremendamente entretenidos y que dan muy poco o ningún descanso a un lector que siempre intenta, de manera infructuosa, anticiparse a lo que en ellos va desplegándose. Ahí Tillieux demuestra las muchas habilidades que siempre ostentó en la construcción del misterio, algo que había entrenado a base de bien con su genial ‘Gil Pupila‘ y que aquí encuentra variada exposición en cualquiera de las tres aventuras que corren los veteranos investigadores privados.
Más, como digo, no es la muy encomiable labor del guionista lo que deja algo frío a este redactor, sino aquello que corresponde a uno de los cuatro miembros fundadores de la escuela de Marcinelle junto al inabarcable André Franquin y a los legendarios Morris y Jijé: si bien sus composiciones son impecables, la construcción de escenarios impoluta y su narrativa es clara y concisa, hay algo en el diseño de los personajes y, sobre todo, en sus rostros, que no termina de convencerme. Sé que alguno podrá pensar que esto es un mal menor, y razón no le faltará cuando, en conjunto, estamos ante unas planchas espléndidas, pero al haber leído los dos volúmenes que comparten entrada casi codo con codo, el agravio comparativo es casi inevitable por más que uno quiera que no haga acto de presencia. Con todo, e intentando mantener cierta distancia objetiva, no puedo dejar de recomendar encarecidamente que os acerquéis a uno y otro volumen por cuanto en ellos están contenidos dos de los mejores representantes de lo que hace grande a la forma de entender el noveno arte al otro lado de los Pirineos.
Casacas Azules 2000-2002
- Autores: Raoul Cauvin y Willy Lambil
- Editorial: Dolmen Editorial
- Encuadernación: Cartoné
- Páginas: 160 páginas
- Precio: 29,95 euros
Tif y Tondu 3: En los límites de lo irreal
- Autores: Maurice Tillieux y Will
- Editorial: Dolmen Editorial
- Encuadernación: Cartoné
- Páginas: 160 páginas
- Precio: 29,95 euros