‘Carroñero’, la bestia de la guerra

Sin lugar a dudas, lo primero que llama la atención acerca de ‘Carroñero’, publicada el pasado mes de febrero por La Cúpula, son las fuertes similitudes observables entre el dibujo del valenciano Vicente Montalbá y ese autor abanderado de la editorial catalana que es Robert Crumb: el trazo del artista español, la profusión de líneas con las que trama sus viñetas y, hasta cierto punto, la forma en la que concreta los rostros de sus personajes apuntan al autor estadounidense como la influencia más obvia sobre su estilo. Ahora bien, es a lo que acabo de referir a lo que se reduce la alargada sombra de la figura por antonomasia del cómic independiente yanqui sobre unas páginas que tienen la suficiente personalidad propia como para evitar con contundencia comparaciones y ser valoradas como lo que son, un ejemplo más del enorme talento gráfico que hay en nuestras tierras.

De narrativa fluida, quizás la única pega que le pondría al trabajo de Montalbá es la estaticidad con la que se caracteriza, a grandes rasgos, la identidad de unas viñetas que en ciertos momentos (esas escenas de cruentas batallas) habrían ganado muchos enteros si hubieran estado dotadas de un mayor dinamismo. Más allá de eso, la fuerte personalidad del trazo del artista se funde en un todo espléndido con la brutalidad descarnada que se deriva de la espléndida historia ideada por Ricardo Vilbor para terminar regalándonos a los lectores una obra intensa que, desde un mundo de fantasía de fuertes concomitancias con la Hyborea de Robert E.Howard, nos habla a los que ella nos acerquemos de temas de rabiosa actualidad.

Como bien apunta Santi Selvi en el prólogo que acompaña a la historia, traspasando el velo del relato de un ladrón pendenciero y borrachín que fue fiero soldado en un pasado no muy lejano y dejando atrás también de la sed de venganza que termina moviendo sus hilos, encontramos en ‘Carroñero’ unas lecturas que nos acerca a hechos tan al día como la «pederastia dentro de la iglesia católica, países militarizados con el ejército como único interés o el cruel y desgarrador drama de los deshaucios». Entresacar dichos mensajes en una historia tan «bestia» dice mucho acerca de la gran elocuencia con la que ésta queda determinada por voluntad de su guionista y a través de la que este volumen termina siendo una muy inesperada sorpresa a la que vale la pena —y mucho— acercarse.