'Capitán América de Waid y Samnee', en el clavo

Con un simple «Hail Hydra», Nick Spencer había conseguido llamar la atención de todo el fandom sobre la cabecera del Capitán América: planificada con cierto esmero por parte del guionista, la transformación de Steve Rogers en cabeza más visible de la organización contra la que siempre había luchado no era más que la punta de un iceberg con el que muchos lectores, a día de hoy, siguen sin ser capaces de comulgar, no perdonándole al escritor que tuviera que recurrir a tan embrollado entuerto para, todos los sabíamos, devolver al Capi a su estatus quo una vez ‘Imperio secreto‘ llegó, la lio parda, sacudió los cimientos del Universo Marvel y, tras el terremoto, volvió a colocar todas las piezas en el sitio en el que tienen que estar para que todo siga funcionando como ~~Dios~~ Jack Kirby manda. Y, claro está, la duda lógica era, después de tanta agitación y de tanta épica desbordante, ¿qué tocaba hacer con el abanderado del Universo Marvel? La respuesta, no carente de sentido común, vendría de la mano de Mark Waid y de un año de total transición en el que el artesano, limitado como iba a estar sabedor de lo muy testimonial que su papel en la cabecera iba a ser, se limita a no hacer mucho ruido y a ofrecer a los lectores lo que los sectores más ruidosos del mismo clamaban, aventuras del Capi que no estuvieran llamadas a nada más grande.

Nacen así, bajo esa premisa, los diez números que Panini recoge en el Marvel Deluxe que hoy os traemos, un volumen que, como indicamos en el titular, da en el clavo de sus intenciones y ofrece una aventura en tres partes marcada, no cabe duda, por la intervención del GRAN Chris Samnee en las dos primeras: unido una vez más a Waid como ya les pasara, primero en ‘Daredevil‘ y después en ‘Viuda Negra‘, la maravilla que es la engañosa simpleza del dibujo de Samnee —por cierto, Panini, pequeña y momentánea digresión: ¿para cuándo una reedición del esa superlativa gozada que fue el Thor del artista?— y lo espectacular de su sentido de la acción se ponen al servicio, primero, del enfrentamiento que llevará al Capi a vérselas con un nuevo Espadachín y con Kraven y, después, recurriendo Waid a una artimañana algo sobada pero que siempre funciona bastante bien, a trasladar a Steve al futuro para «desfacer entuertos» en un tiempo que no tenga repercusión alguna con lo que pueda pasar en el presente del Universo Marvel.

Por mucho que lo que el guionista plantea en estos seis números que culminan con el 700 de la numeración original yanqui se ataña a resortes más o menos tradicionales y a esquemas que, como ya indicábamos antes, no pretendían reinventar en ningún momento la rueda, dejando dicha potencial labor a Ta-Nehisi Coates cuando el escritor fuera a coger las riendas de ‘Capitán América’ —en una etapa a la que ya no nos acercamos y en la que bucearemos, por primera vez, cuando Panini nos la ofrezca en los Deluxe—; es incuestionable que Waid conoce muy bien los mecanismos que hacen funcionar las cosas a nivel narrativo y que, debido a ello, el primer medio año de su estancia en la colección va como la seda. Más o menos como también funcionarán los restantes cuatro números, aunque para ello la colección cambie del gran Samnee a un efectivo Leonardo Romero —al que parece que dictan seguir los patrones de Samnee desde La Casa de las Ideas— y Waid decida, de manera algo curiosa, trasladar el foco a otro futuro y hacer de Steve Rogers un mero secundario de una trama que envuelve a un descendiente suyo, quedando finalmente esta visión del Capitán América como una rara avis que, autocontenida, es de lo más entretenida, sí, pero también atesora una personalidad que carece de repercusión en el gran esquema de las cosas. ‘Nuff said!!!!!