‘California Dreamin», sueño invernal

A poco que hayas escuchado música de generaciones atrás y no te hayas limitado, bien a los éxitos de cuando eras joven —y apliquemos esto a los de mi generación, aquellos que crecimos durante los 80— bien a la desangelada matraca que actualmente se entiende por música —y me refiero, claro está, a lo que suena de manera mayoritaria, que no estoy dando a entender que todo lo que se haga en la actualidad sea basura—, seguro que, en algún momento, has escuchado una canción de The Mamas & the Papas, un grupo estadounidense que se hizo archifamoso en el segundo lustro de los años 60 y que, pese a la invasión británica de Los Beatles, nunca decayó gracias a un sonido muy fresco que enraizaba con el folk de su tierra natal. Es más, no sólo es probable que hayas escuchado al grupo, sino que seguro que una de las dos canciones que conocerás de ellos será ‘California Dreamin’‘, acaso su mayor éxito y la que da pie a que Pénélope Bagieu quiera acercarse, no ya a la historia de la formación del cuarteto, sino a la biografía de Cass Elliot, una de sus dos vocales femeninas y un auténtico torrente de voz.

Bagieu, que alguno recordará por esa fresca historia llamada ‘Cadáver exquisito‘ que Norma publicara en su desaparecida colección Nómadas, desarrolla aquí un trabajo que se deja llevar por la misma chispa e ingenio, y nos retrata a un personaje lleno de vitalidad y de hambre de triunfo que, en su mirada, supo sobreponerse a su aspecto físico —Elliot era una mujer de envergadura— y hacer que su vozarrón arrasara con cualquier otra disquisición hacia su persona: comenzando con la cantante de niña, en el momento en que Roosevelt anunciaba en la radio que Estados Unidos entraba en la Segunda Guerra Mundial tras el ataque a Pearl Harbor, ‘California Dreamin» traza una semblanza ágil y tremendamente entretenida tanto de la biografía de la artista como del recorrido histórico de un país en unas décadas tan decisivas como los 40, 50 y, sobre todo, en relación a la música, los 60.

El trazo de la francesa, algo más dicharachero y menos controlado que el que le viéramos en ‘Cadáver exquisito’, se una a una narrativa que, como digo, provoca una sensación de agilidad considerable en la lectura. Tanto es así, que cuando uno ha terminado ‘California Dreamin», tiene la sensación de haber estado muy poco tiempo delante de sus casi 300 páginas y, sobre todo —y esto, ya lo sabéis, es una cualidad muy positiva que servidor valora sobremanera— de querer más de tan vivaces formas. Esperemos que Bagieu se prodigue más y que, en breve, la tengamos de mano de alguna editorial española con otro proyecto que unir a una trayectoria que, con sólo dos volúmenes en castellano —al menos hasta dónde uno controla— es de lo más recomendable.