‘Biblioteca de Comics de Terror de los Años 50: El Que Roba a los Muertos’, terrorífica exquisitez

Incluso llegados a este punto en el que ya han sido publicadas varias entregas pertenecientes a esta serie, me sigo extrañando al ver la buena salud que goza tanto el género (comic de terror clásico) como las distintas cabeceras que lo mantienen más vivo que nunca. Si tenemos que señalar a un culpable no tenemos la más mínima duda que todos los dedos apuntarán a los chicos de Diábolo Ediciones que, desde hace ya algún tiempo, se han empeñado en ponernos los pelos de punta a base de terroríficas aventuras. Hace poco se añadía al catálogo la cabecera que se encargaría de recuperar los míticos tebeos de la EC y, entre volumen y volumen, nos deleitaban con joyitas como la adaptación a viñetas del clásico cinematográfico, ‘Posesión Infernal’. Pero mucho antes, la primera piedra que se colocó y sirvió como base para que todo esto fuera posible fue la ‘Biblioteca de Comics de Terror de los Años 50’, un título que albergaría relatos de toda índole cuyo denominador común, como podrán adivinar, sería el género al que pertenecen y la época en la que fueron concebidos. Como quien no quiere la cosa hemos alcanzado ya la octava entrega de la colección, un volumen muy especial cuyo contenido viene firmado en su totalidad por un mismo autor.

‘El que Roba a los Muertos y otras Historias de Lou Cameron’ supone una recopilación del material facturado por este señor a lo largo de dos años, momento en el que se encontraba en la cúspide de su carrera. Tal y como podemos leer en la extensa introducción del tomo (unas treinta páginas profusamente ilustradas y mejor documentadas) el nombre de Cameron no será muy conocido para la mayoría de nosotros pero eso no significa que la calidad de sus páginas pasara desapercibida para el gran público. Tanto Steven Thompson, primero, como Craig Yoe, en segundo lugar, se encargan de ponernos en antecedentes y añaden una enorme cantidad de información acerca de la carrera del autor nacido en San Francisco y de todo lo que tuvo que sufrir para ver su esfuerzo recompensado. Una vez leídas las historias contenidas en el presente volumen podemos tener una visión más amplia de todo lo que aconteció en aquellos días, con la eterna sombra del famoso Comic Code siempre al acecho mientras que guionistas y dibujantes hacían todo lo posible por evadir la siempre amenazante censura. Lo que nos vamos a encontrar a lo largo de las más de cien páginas de viñetas son un buen puñado de aventuras cortas (siete páginas cada una de ellas) en las que el horror se apodera de ellas: gente que sufre y termina muriendo, fantasmas, criaturas monstruosas, situaciones de moral cuestionable…

Es precisamente ese último punto el que va a aportar la dosis necesaria de moraleja, un elemento siempre presente en esta clase de comic. El lector se dará cuenta enseguida que aquellos personajes que juegan con fuego y exponen una conducta poco ejemplar o ciertamente reprobable son los que serán castigados por las fuerzas del más allá. A ver, no hay que ser un lumbreras para saber que, si te las das de listo e intentas jugársela a la mismísima Muerte, no vas a terminar bien. Cameron utiliza la dosis habitual de repelús adornando las páginas con un estilo exquisito, más atrevido y arriesgado que muchos de los que se veían en otras publicaciones, jugando con distintos puntos de referencia que crean escenas tan dinámicas como efectivas, añadiendo complejidad a un conjunto que lo eleva por encima del resto. Todo esto tiene más mérito si tenemos en cuenta los escuetos plazos de entrega con que contaban los artistas para entregar a las editoriales sus trabajos, una auténtica carrera contrarreloj que, en este caso, casi ni se nota atendiendo al resultado final. Una inmejorable carta de presentación (que no llega demasiado tarde) para un autor prácticamente desconocido pero que demostró un dominio del medio que otros no llegaron a alcanzar nunca.