'Becky Riot', amor contra todos

Si sois de los que viendo la portada de este ‘Becky Riot‘ habéis pensado «Um, hete aquí un tebeo que tiene pinta de ser peculiar» —vale, lo mismo no habéis utilizado «hete», pero pilláis la idea ¿no?—…estabais completamente en lo cierto, porque si este primer trabajo de Mariano Pardo puede calificarse de algo, al menos a priori, es como poco de ser «peculiar». Y digo «como poco» y afino con «a priori» porque, una vez uno ha dado cuenta de sus 200 páginas, son muchos más los epítetos que vienen a enriquecer esa peculiaridad. Epítetos como ecléctico, arriesgado, esperpéntico —en el buen sentido del término, cuidado— , raro, desagradable, surrealista, hiperrealista y, por supuesto, único acuden al pensamiento cuando uno va avanzando en la historia de Becky, una adolescente con la cara llena de granos que siente que la vida le está pasando por encima cual apisonadora y decide tomar las riendas de su destino mientras que sus padres se divorcian, sus compañeros no la tienen en cuenta, va haciendo amigos tanto o más complejos que ella y la influencia de Pussy Riot la impulsa a tomar decisiones algo radicales.

Todo ello es reflejado por Pardo en una lectura que se estructura, de principio a fin, de manera inmutable bajo un mismo esquema: micro-relatos de página doble englobados en 8 capítulos con 8 viñetas a izquierda y 12 a derecha en una retícula que, imperturbable, da más juego del que cabría pensar. En ellas, el trazo sencillo y tirando a feista del artista murciano va desplegando una historia que, a poco que uno quiera darse cuenta, le tiene cogido por las gónadas y no le suelta hasta terminar, empatizando el lector con los muchos vaivenes de la vida de Becky más de lo que, seguramente, estaríamos dispuestos a admitir. Y en ese camino de identificación que vence fronteras generacionales, ‘Becky Riot’ se alza como claro ejemplo de cómic indie estadounidense, uno que habría cabido encontrar ejecutado por las manos de un Harvey Pekar o un Robert Crumb cualquiera pero que, al nacer a este lado del charco, complementa su talante universal con ácidas lecturas foráneas sobre la cultura yanqui. Lo dicho, ÚNICO.