Gregory es la criatura nacida de la mente y el lápiz de Marc Hempel a finales de los 80. Sin duda, es uno de los personajes más insólitos que jamás hayan protagonizado un cómic. Se trata de un niño autista que vive encerrado en un manicomio envuelto en una inquebrantable camisa de fuerza, que tiene una rata de instintos suicidas como único amigo y que apenas alcanza a decir “¡Yo Gregory!” en toda la historia, amén de otros sonidos guturales.
Gregory tiene miedo de todo. Su diminuta celda es el único remanso de paz que le queda. Allí recibirá la visita de médicos, psicólogos y familias de acogida, que lo observarán y analizarán como si de un mono de feria se tratase. No obstante, hay que decir que no es un cómic con un mensaje crítico o de denuncia evidente, sino que su intención fundamental es la de divertir, al margen de las conclusiones que pueda sacar cada lector.
La obra destaca por su estupendo sentido del humor. Un humor de corte negro que de vez en cuando deja entrever cierta ternura con sus personajes. El autor suple las limitaciones de Gregory dando mayor protagonista a Herman, la cínica rata, que protagoniza algunos episodios memorables. No obstante, la mejor historia (Fat Boy) llega en los últimos coletazos de la serie, cuando Gregory es adoptado por una familia que da pie a Hempel para ironizar sobre los valores y arquetipos de un hogar típico norteamericano.
Estas historias hilarantes y caóticas no serían lo mismo sin ese estupendo dibujo que combina lo mejor del grafismo del underground y de las tiras diarias, con Peanuts a la cabeza. De hecho, Hempel le envió algunas muestras de su Gregory al propio Charles Schulz, que por lo visto se debió quedar bastante horrorizado el pobre.
Por lo demás, sus originales experimentos con la composición de las páginas y la rotulación, y el estupendo reflejo del mundo interior de su protagonista, terminan de redondear un cómic que nunca me canso de recomendar. Además, la edición española editada por Planeta en dos tomos sale bastante asequible (7.95 euros cada uno, con una media de 150 págs.), así que no hay excusas para no adoptar en vuestras casas a este pequeño marginado de la sociedad. Él, desde luego, lo haría.
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