Es uno de esos instante que, como lectores, sabemos que vamos a encontrar varias veces a lo largo de cada año pero no sabemos cuando: el inesperado hallazgo de una de esas lecturas de la que no teníamos apenas referencias y que, tras pocas páginas, nos ha conquistado de pleno para, a su finalización, dejarnos sensaciones inigualables y alzarse, sin que pudiéramos preverlo, como una de las lecturas del año. Siguiendo ese esquema paso a paso, os dejamos ya con un claro y obvio mensaje: ‘Alguien con quien hablar’ es una maravilla cargada de sentimiento, ternura y humanidad que gana a quien se acerque nada más comenzar y que, de manera paulatina, se va metiendo más y más bajo nuestra piel hasta dejarnos, extasiados y felices, con la clarísima sensación de habernos acercado a un magistral ejemplo de lo que cabe conseguirse con palabras, dibujos y un talento sobrenatural para destilar la mezcla de ambos en un tesoro de la narrativa secuencial.
Todo lo anterior, por mucho que sea denominador común de varias obras cada año, es una rareza de envergadura que, en ‘Alguien con quien hablar’ adquiere tintes de mayor calado por cuanto, aunque no es la primera vez que nos enfrentamos al arte de Grégory Panaccione —ya lo hicimos, allá por 2015, con la maravillosa y silente ‘Un océano de amor‘, en la que el artista conjugaba talento con Wilfrid Lupano—, sí que es la primera en que el francés se nos presenta volando en solitario por más que dicho vuelo venga sustentado en el sustrato que supone la novela homónima de Cyril Massaretto que adapta. Pero ya sabemos cómo funciona esto de las adaptaciones de un medio a otro, y casi sin pensar seríamos capaces de poner mil y un ejemplos de grandes historias que han sido maltratadas en su traslado a otra disciplina narrativa: como quiera que aquí partimos del desconocimiento absoluto de en qué términos se mueve el relato original, vamos a tomarnos la libertad de asignar todo lo positivo que dimana de ‘Alguien con quien hablar’ a la manera en que Panaccione coge la idea, la hace suya y nos regala un tebeo que es un misil directo al corazón.
Samuel, su protagonista, es un adulto cuya vida es de todo menos satisfactoria: trabaja en una agencia de publicidad de productos para animales y en su grisácea vida no hay lugar para mucho más. Así que, cuando en el día de su cumpleaños no encuentra amigos o antiguos amores que lo acompañen, decide marcar el único teléfono que conoce de memoria, el de su casa de la infancia, para ver quién vive ahora donde él creciera. Para su sorpresa, el que contesta no es otro que un niño de diez años llamado Samuel…y no, no es coincidencia, es él mismo con treinta años menos que, desde su visión de chaval, está a punto de poner patas arriba su futuro.
Bajo ese argumento, que no desvela nada más allá de las treinta primeras páginas, Panaccione desarrolla una lectura que explora a fondo las insastisfacciones y sinsabores de nuestra, en ocasiones, grisácea vida adulta, sumida como suele estar en las rutinas laborales y exenta, como suele estar, de los muchos instantes para el descubrimiento, la aventura y la maravilla que nos acompañan cuando somos niños. La genialidad de ‘Alguien con quien hablar’ es que, al hacer literal eso de «estar en contacto con nuestro niño interior», lo que se nos muestra es lo mucho que una vida puede cambiar cuando acomete cosas sin los temores de la madurez y las inseguridades que desarrollamos cuando nos vamos haciendo mayores. Bajo esa perspectiva, ‘Alguien con quien hablar’ es toda una inyección de optimismo y de autoconfianza que, sólo por eso, vale la pena leer, y mucho.
Más no son esas las únicas cualidades que detenta el volumen publicado por Ponent Mon, ya que dentro de lo que Samuel va madurando dentro de su inmadurez adulta, hay lugar para abundantes instantes de, lo decíamos antes, ternura y candor puestos en relieve, y de qué manera, por el dinámico trazo y la muy grácil narrativa del francés: recordando en cierto modo a Ciryl Pedrosa —por tener un referente del tipo de dibujo que Panaccione cultiva—, resultan espléndidas las imaginativas formas en que el dibujante expone los pensamientos de Samuel con respecto a según qué situaciones y, aún más, la manera en la que va plasmando las diferentes conversaciones que mantiene su protagonista consigo mismo, todo ello envuelto en un ritmo que hace de la lectura un hecho demasiado fugaz y casi obliga, ya a detenerse de manera consciente en saborear cada página, ya, como fue el caso de este redactor, a dar una segunda vuelta al volumen nada más finalizarlo. A sabiendas de mi limitado tiempo, y de que la relectura es un lujo que nunca me puedo permitir, el que ‘Alguien con quien hablar’ haya conocido dos vueltas es razón más que de peso para clasificarla, como decíamos al comienzo, dentro del grupo de LECTURAS del AÑO. ¿No creéis?
Alguien con quien hablar
- Autores: Grégory Panaccione
- Editorial: Ponent Mon
- Encuadernación: Rústica con solapas
- Páginas: 256 páginas
- Precio: 27 euros