Tal como anuncié en mi lista de la compra para el recientemente clausurado Salón del Manga, me hice con Los carruajes de Bradherley, la nueva obra publicada en España de Hiroaki Samura, el mangaka detrás de esa genial obra que es La Espada del Inmortal.
Como ya dije, en este tomo único que compone Los carruajes de Bradherley esperaba encontrarme una dosis comprimida del mejor Samura, una esperanza que no ha llegado a cumplirse del todo, no porque la historia sea decepcionante, sino porque más bien su estilo poco tiene que ver con el de su título de referencia, la mencionada Espada del Inmortal.
Así que, ¿es esto algo bueno o algo malo? Pues intentando poner una mirada conciliadora sobre las páginas de este manga, diría que se planta entre los dos adjetivos, y para explicar eso debo introducir antes la trama del mismo.
En las primeras páginas (y en varias de las sucesivas) de Los Carruajes de Bradherley, Samura nos sitúa en plena época victoriana dentro de un orfanato femenino cuyas inquilinas viven de una manera bastante alegre. Dicha alegría viene alimentada por la esperanza de que la familia Bradherley, una de las más ricas e importantes del país (del cual no mencionan el nombre pero se presupone que es del centro de Europa), las acoja en su seno familiar tarde o temprano, ya que es tradición dentro de los Bradherley admitir cada año en su compañía de teatro a una o dos huérfanas con potencial artístico.