Llegamos al cine un par de minutos tarde. «Dos para la sala dos». La taquillera hace una llamada: «Enciende la sala dos». Nos miramos, y vemos la pantalla de asientos libres mientras la estrenan con los nuestros. Al entrar los trailers han empezado, pero todas las butacas de la grada piden que alguien las use. Antes de que salga el logo de DC Comics empiezan a entrar otros. Finalmente, seremos unos diez los que disfrutemos de una colosal película, pero sabemos que el nuestro es un caso extraño, que a menos que conozcas un cine casi secreto como nosotros, va a estar difícil encontrar entradas durante bastantes días.
Es complicado describir todas las sensaciones que produce la cinta. Pero la que quizás destaca es la del agobio, la necesidad de una pausa, de un respiro, pero Christopher Nolan es inmisericorde, y te lo niega, y minuto tras minuto la acción te inunda, y minuto tras minuto tratas de anticiparte a cuál va ser el siguiente golpe de El Joker, y a igual que Batman no puedes. Porque el ritmo es brutal, y en los momentos de calma estás en tensión, porque desde el primer momento tienes claro que no va a haber descanso.
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