El proyecto de llevar a The Spirit a la gran pantalla llevaba mucho tiempo bailando entre demasiadas manos. No fue hasta el triste fallecimiento de su creador sobre el papel, Will Eisner, que el productor Michael Uslan, decidió ofrecerle la tarea de llevar al cine la historia de Denny Colt, un policía que tras salir milagrosamente de su propia tumba decide adoptar la identidad del justiciero The Spirit y luchar contra el crimen gracias a su inmortalidad y sus puños, a Frank Miller, quien tenía una profunda amistad con el fallecido Eisner.
Miller al principio se mostró reticente a coger la batuta del proyecto, “me viene demasiado grande” se decía a si mismo en una duda que, según el propio Miller, le duró tres segundos antes de decidir que nadie más podía tocar a The Spirit. Ahora, viendo el resultado final, sólo puedo pensar que efectivamente es una película demasiado grande para Miller y que debería haber sido otro quien se debería haber encargado de realizar todo el trabajo.
Si vemos el currúculum cinematográfico de Miller, este no va más allá de co-guionizar dos entregas de la saga Robocop (incluida su inefable tercera parte) y co-dirigir la adaptación cinematográfica de su Sin City (de las que se siguen preparando dos secuelas más) junto con Robert Rodríguez. Así que se puede decir que Miller ha estado trabajando siempre cogidito de la mano de alguien más metido en el mundillo. Ahora que se ha aventurado a hacer su particular solo, sale a relucir por todas partes su falta de experiencia.