Tras tantos años en los que uno, casi sin pensar, en cuanto hay cualquier evento relacionado con el manga o el anime va corriendo hacia IFEMA, resulta una agradable sorpresa volver al pabellón de cristal, el que durante mucho tiempo fue escenario casi fijo de cualquier feria relacionada con el cómic que se diera en Madrid. Este ha sido la sede del Madrid Otaku, cuyo nombre lo dice casi todo y que este año hizo disfrutar a los fans los días 10 y 11 de junio.
Frente a los grandes pabellones de otras citas a los que ya nos hemos (mal)acostumbrado, a más de uno Madrid Otaku le pudo parecer casi pequeño, algo que resulta irónico cuando, como los veteranos sabemos, este fue durante mucho tiempo espacio habitual de este tipo de convenciones. Pero lo que no se puede negar es su variedad. Desde los coches deportivos al ya mítico puesto de chucherías gigantes pocos palos quedaron por tocar, desde los habituales puestos de merchandising en los que la caja o bolsa sorpresa ya se ha convertido en espécimen habitual a las partidas de juegos de mesa pasando por la venta de reproducciones de armas.
A ellas hay que sumar la que ya se ha convertido en habitual presencia de puestos dedicados a los artistas no profesionales bajo el nombre de Creators area y que ocupaba la práctica totalidad del espacio, tanto con material original como homenajeando a algunos de los títulos más queridos (y entre cuyos puestos sorprendia alguno con simpáticas y gamberras creaciones para mayores de 18). Pero también se pudieron encontrar sorpresas como un gran stand dedicado a la muestra y venta de maquetas o la exposición Genga-Ten, con originales de bocetos, acetatos y otros materiales de algunos clásicos de la animación nipona, de Heidi a Saint Seiya pasando por Marco o la misma Arale. Por poner un pero la escasa presencia de mangas, con el casi testimonial stand de la editorial Sekai, que entre obras de otras casas como Norma y las de su propia cosecha traía su novedad ‘Aquel aventurero treintañero que se entrenó hasta la muerte con los más fuertes hasta volverse invencible‘ (digamos que el título no es particularmente breve).
Con la original idea de nombrar su escenario y salas de conferencias con nombres de criaturas del folclore japonés como oni, tengu, kappa o karakasa, Madrid Otaku ha apostado fuerte por las charlas, talleres y otras actividades, como el concierto de piano de Elesky, en el que se pudieron escuchar temas de series tan populares como Dragon Ball o Pokemon, o incluso de los juegos de Mario.
Un evento de buena organización, con guardarropa, photocall (aquí rebautizado como fotocol) y puesto de información (donde se podía conseguir tanto un póster como un plano con la programación el reverso, algo que últimamente no es habitual pero se agradece y mucho) en el que el fan es lo esencial. Demostrando una vez más que los títulos más queridos siguen siendo obras como One piece o Guardianes de la noche, que fueron las reinas absolutas del cosplay, con casi una Nezuko por cada diez personas (otras como Tokyo revengers probaban más su popularidad a golpe de merchandising) Madrid Otaku ha supuesto toda una sorpresa pequeña pero matona. Un evento que ningún aficionado debería dejar pasar, y que sabe suplir su pequeño tamaño con entusiasmo y una pequeña representación de casi cualquier disciplina que pueda interesar al aficionado, desde los videojuegos al aprendizaje de lenguas orientales. Atentos, que esto promete.