Continúo en mi afán por conocer en mayor profundidad la obra de Jiro Taniguchi, un mangaka que lleva mucho tiempo en el negocio pero que no fue hasta que se liberó e independizó artísticamente cuando empezamos a saber de él en nuestro país.
En una de mis reencontradas visitas a la biblioteca municipal encontré un ejemplar de ‘El Caminante’ en la escueta sección de cómics. Evidentemente no me pude resistir a llevármelo a casa y darle una tranquila lectura. Y lo cierto es que para leer ‘El Caminante’ debería ser obligado estar en un ambiente sosegado y silencioso, lo cual ayuda enormemente a meternos en el ambiente de la obra.
‘El Caminante’ en realidad no cuenta nada. No hay un argumento complicado y excesivamente elaborado que seguir, que nos emocione o que nos haga saltar de nuestro asiento. ‘El Caminante’ es simplemente un compendio de paseos de un personaje anónimo por un pueblo anónimo de Japón, nada más. De hecho los diálogos son realmente escasos y sólo a través de las expresiones del protagonista tendremos indicios de sus sentimientos.
‘El Caminante’ no es una obra que vaya a gustar a todos. De hecho muchos se quedarán igual que al principio tras leerla. Es lo que ocurre con obras tan personales como las de Taniguchi, y más en esta, en la cual parece haber plasmado su amor por los paseos por su ciudad de origen, Tottori. Sólo si uno consigue conectar y sentirse identificado con el protagonista de ‘El Caminante’ entonces es cuando disfrutará de su lectura. Así que, resumiendo bruscamente, esta obra va dirigida a todos aquellos a los que les guste dar largos paseos y observar lo que les rodea, nada más.
Gráficamente, ‘El Caminante’ es un gran producto. El elegante y fino trazo de Taniguchi es increíble a la hora de definir las calles que enmarcan los paseos del protagonista, las cuales es de seguro suponer que fueron inspiradas también por Tottori, su localidad natal. Gran pista sobre este hecho, y sobre la personificación de Taniguchi sobre el protagonista, está en el hecho de que este último, junto a su mujer, se acaban de mudar a la mencionada localidad anónima, supuestamente buscando un mar de tranquilidad. Taniguchi intenta homenajear su origen cuando tiene ocasión (de hecho la presentación de ‘El Almanaque de mi Padre’ tuvo lugar en Tottori), así que no es nada descabellado pensar que aquí Taniguchi quiera ensalzar las virtudes de la vida tranquila en el pueblo, lejos de las muchedumbres, el tráfico y el desquiciante ruido de las grandes ciudades, lo cual en el fondo hace que la gente se encierre en si misma y deje de fijarse en lo que y quien le rodea.
Como manga, ‘El Caminante’ no es una gran maravilla y puede que muchos sientan una gran indiferencia tras su lectura, pero si el lector consigue meterse en la piel del protagonista y sentirse mínimamente identificado, entonces el mensaje que Taniguchi quería transmitir será entregado como él deseaba.
Por cierto amigos, salid a dar un paso de vez en cuando, es algo que siempre se agradece.
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