Una conversación cualquiera, en un momento cualquiera con un interlocutor cualquiera.
Yo: …tengo demasiados hobbies, lo sé. Los cómics, la música, el cine, los juegos de mesa…
Interlocutor cualquiera: ¿Juegos de mesa? Yo tengo alguno…
Yo: (poniendo cara de «sé lo que me vas a decir)
I.C: …Monopoly, Trivial, Risk…
Yo: (interrumpiendo de la forma más cortés posible) Sí, esos son juegos de mesa, pero a los que yo juego no tienen nada que ver…
I.C: Ah, ¿no? ¿Y a qué te refieres tú con juegos de mesa?
Yo: Es un mundillo que ha cambiado mucho. Ahora mismo se está viviendo una auténtica edad dorada y hay juegos de las temáticas más variopintas.
I.C: ¿Como cuales?
Yo: Puf, yo qué sé…(pausa dramática para pensar en ejemplos de cierto calado)…para que te hagas una idea, tengo un juego en el que se gestiona una cadena de cómida rápida; otro en el que debes aliarte con tus compañeros para salvar al mundo de una epidemia global; tengo «escape rooms» de cartas…
I.C: ¿Escape rooms? ¿pero eso no se jugaba en una habitación cerrada?
Yo:…sí, pero ahora se han puesto muy de moda en los juegos de mesa. Bueno…sigo…tengo un juego en el que se gestiona la reconstrucción de Lisboa tras una serie de catástrofes naturales acaecidas en el s.XVII; tengo otro en el que eres un enano que tiene que sacar adelante a su familia mientras va adecentando su cueva; tengo uno en el que vas plantando árboles…
I.C: ¿Plantando árboles? ¿En serio? ¿Y eso qué tiene de divertido?
Yo: Pues mucho más de lo que aparentaría a primera vista…
La anterior conversación, completamente ficticia tal y como la he redactado, sí que viene a representar una situación que, en los últimos años, me he encontrado tantas veces como me he dado de bruces con la típica pregunta cuando alguien que no lee mucho ve mi biblioteca y recurre al consabido «¿y todo esto te lo has leído?» —la cara de estupefacción que sigue a una obvia respuesta afirmativa es para verla—. Y es que, huelga decirlo, el paradigma acerca de los juegos de mesa ha cambiado por completo en la última década, abriéndose todo un vasto cosmos que año tras año aumenta en centenares las propuestas lúdicas que se ponen a disposición del aficionado, tanto por los canales de distribución «normales» como, por supuesto, a través de Kickstarter.
Pero hoy no vamos a hacer apología de KS, ni os vamos a traer un juego que deba su existencia a la ayuda de un buen puñado de mecenas. No, el juego de hoy es uno de esos que sale a tiendas directamente y del que se habló con cierta insistencia con motivo de su aparición en la pasada edición de Essen, una edición que muchas voces coinciden en apuntar como una de las más flojas de los últimos años y de la que, aún así —y considerando que fueron casi mil los títulos que allí se presentaron—, pueden rescatarse un buen número de juegos de esos que vale la pena tener en la ludoteca; juegos entre los que se encuentra, claro está, el ‘Photosynthesis’.
Con sus muy vistosos componentes y una simpleza de diseño preciosa —no podréis negarme que los colores de los árboles y el tablero no resaltan sobre la mesa— ‘Photosynthesis’ es un juego en el que de uno a cuatro jugadores tratan de ser los que más árboles hagan crecer en un abigarrado bosque y, sobre todo, los que más consigan talar, ya que sólo los árboles que retiremos del tablero serán los que puntúen al final de la partida. Sencillo, ¿verdad? No tanto como parece.
A lo largo de tres o cuatro rondas —que duran lo que el sol tarda en dar una vuelta completa al tablero— hemos de ir seleccionando con cuidado la localización donde plantar nuestras semillas considerando en todo momento que la cambiante posición del astro rey va determinando diferentes sombras que, ay, de encontrar un árbol más alto que el nuestro, impedirán que podamos hacerlo crecer. Tan consecuente mecanismo —consecuente con la propia naturaleza, quiero decir— se une a que las semillas que podemos ir disponiendo salen despedidas desde nuestros árboles a una distancia que depende de la altura de los mismos, con lo que no es tan fácil, por ejemplo, llegar a las casillas centrales que nos dan mayor puntuación al final de la partida.
Ahora bien, donde radica la mayor dificultad del juego es en hacer crecer nuestros esquejes iniciales hasta esa máxima altura que nos permita talarlos y poder coger la ficha de puntuación correspondiente: dispuestas de mayor a menor valor en tres pilas diferentes, se hace muy obvio muy pronto en la partida la necesidad de ser el primero en talar so pena de tener que conformarnos con puntajes que no nos permitan garantizar una victoria. La carrera que ello provoca hace que ‘Photosynthesis’ se pase volando y que sus tres/cuatro rondas no lleguen a superar una hora de juego frenética y tremendamente divertida, un valor imprescindible en un juego de mesa que unido a la espléndida producción hace de ésta propuesta lúdica un título muy recomendable.