Con los ecos de Essen y todo lo que se ha movido por allí este pasado fin de semana aún revoloteando por la red y las ganas de probar algunos de los lanzamientos que allí han visto la luz dictando las compras de lo que queda de año —esperemos que de aquí a finales de diciembre podamos recibir y dar salida a los títulos más «hot» de la feria alemana—, es no obstante lo último de Stonemaier Games que ha publicado Maldito Games lo que esta semana ha captado nuestra atención y lo que, en consecuencia, os traemos a un espacio que, gracias a la magia de los juegos de mesa, se traslada a la Baviera de finales del S.XIX a la corte de Luis II, el que fuera conocido como el «Rey Cisne» o el «Rey de los cuentos», un monarca que pasó a la historia tanto por su peculiar relación con Richard Wagner como, sobre todo, por su pasión hacia los proyectos arquitectónicos desproporcionados.
Siendo el castillo de Neuschwanstein el mayor y más fastuoso ejemplo de la inclinación del regente hacia la desmesura y la ostentación, resultó muy curioso que su figura fuera la elegida para convertirse en el centro alrededor del cual Ted Alspach hiciera orbitar ‘Los Castillos del Rey Loco Ludwig’: mezclando mecánicas como la colocación de losetas, el draft y el set-collection, la propuesta publicada por Bézier Games en 2014 fue una de las más originales de cuantas vieron la luz ese año, pero el encuentro entre la sencillez de su discurrir y la complejidad media de ir construyendo el mejor castillo posible con las habitaciones a las que se tiene acceso en cada ronda —menos aquella en la que eres el maestro constructor y te quedas con las sobras, claro— no podía anticipar que algún día su camino se cruzaría, y de qué manera, con el de otro juego con el que, a priori, no guardaba relación ninguna.
A un lado, y al otro
‘Entre dos ciudades’ fue el sexto proyecto de Kickstarter al que se lanzó Jamie Stegmaier y el primero que no contaba entre los créditos de su autoría con la firma del artífice del ‘Euphoria’, el ‘Viticulture’ o el soberbio ‘Scythe’ —del que, puede, volveremos a hablar por aquí antes de que termine el año—: apoyado por más de 5.200 mecenas que conseguimos aportar casi un cuarto de millón de dólares, lo que llamó mi atención poderosamente del proyecto fue la idea de un juego cooperativo y competitivo al mismo tiempo en el que los jugadores tenían que ir construyendo dos ciudades, una a su izquierda, otra a su derecha, compartiendo dicha responsabilidad con los amigos sentados a ambos lados para tratar de concretar la peor-mejor combinación de losetas posible. ¿Que qué es eso de peor/mejor? Sencillo, al final de la partida cada jugador puntúa las dos ciudades que ha ayudado a levantar y, quedándose con la peor de ambas, confiará en que ésta sea suficiente para batir a las de sus compañeros de mesa.
Organizada tal idea alrededor de tres rondas y de un sistema de turnos muy simple para la primera y tercera —coger una serie de losetas, quedarse con dos de ellas, pasar el resto al jugador de la izquierda/derecha, colocar cada una de ellas en una de las dos ciudades— y aún más simple para la segunda —en la que simplemente hay que robar dos losetas rectangulares sin que haya «draft»— ‘Entre dos ciudades’ se relevaba como un juego de muchas fortalezas y algún que otro punto débil. Entre éstos últimos, un diseño muy apagado, de colores nada vivos —hay quien diría que incluso algo deprimentes— y el hecho de que atender a lo que van haciendo los demás para tratar de optimizar tu trabajo en las ciudades que tienes que ir configurando, sea muy, muy complicado.
Ya supone todo un reto el ir colocando de la forma más impecable posible las losetas que te vas quedando dada la rapidez de los turnos y el que tienes que atender a dos sitios diferentes. Dada dicha dificultad, que no tiene por qué pasar por ir calculando la puntuación que van a ir otorgando las diferentes losetas al final de la partida, ir mirando lo que están haciendo los demás jugadores y tratar de desentrañar si sus configuraciones de ciudades son mejores que las tuyas deviene en una misión imposible y elimina de raíz, ya estemos hablando de tres jugadores como, sobre todo, si estamos refiriéndonos a siete, el metajuego estratégico que parece quedar implícito en las reglas.
Dar cera, pulir juego
Diseñado por dos de los tres autores de ‘Entre dos ciudades’ —Matthew O’Malley y Ben Rosset—, ‘Entre dos castillos del Rey Loco Ludwig’ es un juego independiente que no necesita ninguno de los dos títulos previos para poder ser disfrutado y que reimplementa las reglas del título de Stonemaier imponiendo sobre él la ambientación y algunas de las correspondientes a las del título publicado por Bézier. Y ya que habíamos apuntado a su componente gráfica como una de las debilidades a tener en cuenta, empecemos por cuán bien le sienta a esta fusión la nueva aproximación artística.
Con magníficas ilustraciones que evocan de manera directa los suntuosos y lujosos ambientes de la Baviera imperial, el trabajo de Laura Bevon, Agnieszka Dabrowiecka —que ya participara en ‘Los Castillos del Rey Loco Ludwig’—, Bartłomiej Kordowski y Noah Adelman para ‘Entre dos castillos…’ es tan ejemplar como espectacular es el inserto de los chicos de Game Trayz —de los que ya hemos hablado por aquí en alguna ocasión— para que el setup de cada partida ocupe menos de un minuto: organizado en dos cajas que tienen forma de torreón de castillo, todas las losetas del juego quedan perfectamente recogidas y ordenadas para que no tengamos que perder ningún tiempo en arrancar a jugar, y sólo el voluminoso bloc de puntuaciones y las cartas de ayuda quedan fuera de un valor añadido que cada vez se estila más en las propuestas lúdicas.
En lo que a las reglas respecta, ‘Entre dos castillos…’ simplifica las rondas del ‘Entre dos ciudades’, eliminando la intermedia y dejando sólo dos en las que hay que robar nueve losetas, quedarse con dos, pasar y colocar en ambas construcciones. Dicha decisión, que hace el juego aún más rápido de lo que ya era —aunque la duración que indica la caja sea de 45 a 60 minutos, una partida a tres jugadores no se va más allá de la media hora—, se combina con una forma de puntuar las estancias heredada directamente del ‘Los Castillos del Rey Loco Ludwig’ y con varios adendos bastante afortunados como los sirvientes que podemos colocar en nuestro salón del trono o las diversas ventajas a las que podemos acceder cuando colocamos tres o cinco losetas del mismo tipo.
Desafortunadamente —si bien no es un infortunio que arruine el juego ni mucho menos— aquello que apuntábamos antes como el talón de Aquiles del ‘Entre dos ciudades’ se mantiene aquí incólume e incluso ve reforzada en cierto modo su complejidad: si ya era virtualmente imposible atender al juego de los demás en el juego original de Stonemaier, intentar hacerlo aquí, tanto por las variadas formas de puntuar de las habitaciones, como por lo menudo de la iconografía de las losetas —la inmensa mayoría de ellas dan puntos por símbolos de las adyacentes—, se convierte, sin ambages, en una imposibilidad de facto.
Derivado de ella, hay una reflexión que se hace casi obligada cuando uno termina una partida de ‘Entre dos castillos…’, y es la duda de cuán bien funcionaría el juego de prescindir de la mecánica cooperativa y dejarlo en la mera competitiva. Dicho de otra manera, si en lugar de tener que atender a las dos ciudades y de conversar con nuestros compañeros de diestra y siniestra, el juego se acercara al espíritu de ‘Los Castillos del Rey Loco Ludwig’ y fuera una suerte de multisolitario en el que únicamente tuviéramos que atender al diseño de un castillo.
De acuerdo, si así fuera se perdería lo que hace único a ‘Entre dos ciudades’ y, por extensión, dejaríamos de lado la idiosincrasia principal de ‘Entre dos castillos…’, pero al mismo tiempo creo que manteniendo todo lo demás tal y como está, el resultado se apartaría lo suficiente de ‘Los Castillos del Rey Loco Ludwig’ como para resultar una propuesta distinta y dinámica. Eso sí, habría que cambiarle el nombre de manera obligada, claro…
¿’Entre dos ciudades’ o ‘Entre dos castillos…’?
Llegados a este punto, creo que resulta muy evidente cuál de las dos versiones de ‘Entre dos ciudades’ es la que podríamos calificar como mejor pero, por si acaso no ha quedado muy claro en el transcurso del artículo, sirvan estas líneas finales para sentenciar sin recovecos que, a la hora de elegir, servidor tendría claro el quedarse con ‘Entre dos castillos del Rey Loco Ludwig’: bastando para tomar dicha decisión el aspecto gráfico del juego, la soberbia presentación y, por supuesto, el magnífico inserto de Game Trayz, es en lo depurado del sistema de juego donde más descansa mi decisión de quedarme con la caja publicada por Maldito Games hace unos días.
Mucho más grácil que su predecesor, la reducción a dos rondas en lugar de las tres originales, unido al sistema de puntuación heredado del juego de Alpasch, concreta una propuesta que, aún adoleciendo de la misma imposibilidad de poder atender a lo que los demás jugadores están haciendo, se alza incuestionable por encima de ‘Entre dos ciudades’, dejando indiscutiblemente obsoleto al título de 2015 aunque no así al de Bézier, con el que guarda las suficientes y considerables diferencias como para que no tengamos por qué prescindir de él.
Entre dos castillos del Rey Loco Ludwig (2018)
- Autores: Matthew O’Malley y Ben Rosset
- Ilustración: Laura Bevon, Agnieszka Dabrowiecka, Bartłomiej Kordowski y Noah Adelman
- Editorial: Maldito Games
- Edad: 14+
- Duración: 45-60 minutos
- Jugadores: 2-4
- Precio: 40,50 euros en Zacatrus!