A un éxito tan inmenso como el que supuso ‘El arte de volar’ siempre sucede la duda. La duda de si sus autores serán capaces de sobreponerse a la pesada losa de las inevitables comparaciones futuras con aquél trabajo que hizo que toda la crítica se volcara sobre ellos loados momentáneamente como lo MEJOR del tebeo español. La duda de si lograrán olvidarse de aquello que les consiguió renombre y premios (convirtiéndose acreedores, entre otros, del cuarto ‘Premio Nacional del Cómic’) y tratarán de encontrar una voz diferente que se aparte, cuanto más mejor, de su anterior creación y escape, en última instancia, a que los «entendidos» en el tema podamos establecer relaciones de igualdad entre dos títulos que nada tienen que ver. Y es precisamente en esa tónica por donde se mueve ‘Yo, asesino’, el escalofriante thriller con connotaciones socio-políticas con el que Antonio Altarriba se cambia de guardapolvos para dejar colgado en el armario el muy usado de la magistral historia sobre su padre.
Emparejándose para la ocasión con Keko Godoy en lugar de Kim (me gustaría saber que habría hecho el creador de ‘Martínez el Facha’ con tan apasionante guión), Altarriba nos ofrece con su nueva obra toda una muestra asombrosa de sus inmensas capacidades para la narrativa, consiguiendo con suma precisión los mismos resultados logrados por nombres como Thomas Harris o Patrick Süskind o alabadas series como ‘Breaking Bad’ o ‘Dexter’, esto es, que contando con el handicap de partida que supone el que el protagonista (curiosa e inquietante la elección de la fisionomía del mismo, calcada a la del propio escritor) sea un cruento asesino —aunque no en serie, como él mismo llega a afirmar en uno de los muy apasionantes soliloquios que trufan la lectura— lleguemos no sólo a sentir simpatía inmediata por él, algo que sucede de forma ineludible en las primeras páginas del volumen, sino que, conforme vamos avanzando, cueste mantenernos en una posición que no sea la de asumir y (casi) dar por válida la actitud y el discurso de ese profesor de la Universidad del País Vasco que convierte el crimen en una expresión artística.
En ello juega, por supuesto, la brillante, precisa y muy creíble construcción que tanto Altarriba como Keko hacen de todos y cada uno de los personajes que orbitan en torno a Enrique Rodríguez, agujero negro absorbente y turbador alrededor del cual el guionista va colocando poco a poco y con exactitud quirúrgica las piezas de un ajedrez que juegan lector e historia. Una partida en el que la última termina anticipándose a cualquier movimiento que podamos hacer para, finalmente, ganarnos por un magistral jaque mate. La unión de la inmensa cualidad que atesoran los personajes con ese sesgo de denuncia socio-política que hablaba al principio y que mucha relación tiene con lo que el pasado año podíamos leer en ‘Las oscuras manos del olvido’ o ‘He visto ballenas’, termina por redondear un volumen soberbio, adornado por ese blanco y negro salpicado de rojo con el que Keko caracteriza unas páginas espectaculares. Comentaba uno de nuestros estimados lectores que «si lo hubieras hecho (haber leído ‘Yo, asesino’ durante 2014) reconocerías que es una obra que merece estar en lo alto de este Top Ten (el correspondiente a los tebeos españoles)»; razón no le faltaba.
Yo, asesino
- Autores: Antonio Altarriba & Keko Godoy
- Editorial: Norma
- Encuadernación: Cartoné
- Páginas: 136 páginas
- Precio: 19,90 euros
Como siempre, un gusto leer tu reseña, y se nota que también has disfrutado con la lectura de la obra. Nos vemos por aquí.
Un abrazo.
Muchas gracias Winch. Y sí, la disfruté tela 😛