Creo haber comentado en alguna ocasión que no soy de los fundamentalistas que se rasgan las vestiduras cuando la adaptación de una historia de sobras conocida se toma licencias a la hora de plasmarla para apartarse de las otras que la precedieron y poder aportar así diferentes lecturas sobre la misma. De hecho, valoro cuando dichas licencias se encaminan a extraer lo mejor de la obra original reinterpretando sus claves en el medio que sea. Ejemplo claro de ello es la muy alta estima en la que tengo lo que Peter Jackson llevó a cabo con la trilogía de ‘El señor de los anillos’ en su traslado al cine, obviando ciertos pasajes de las novelas de Tolkien que no habrían funcionado en la gran pantalla y añadiendo otros muchos que abundaron en la definición de la Tierra Media —vamos, todo lo contrario a lo que, dicho sea de paso, ha terminado haciendo con la muy olvidable trilogía de ‘El Hobbit’.
Salvando las distancias —las muy amplias distancias— no me llevé las manos a la cabeza con aquello que perpetraron los guionistas de ‘Troya’, la hollywoodiense visión de Wolfgang Petersen sobre el relato de Homero, por cuanto estaba claro que la complejidad de la narración clásica no iba a poder conocer una interpretación ajustada bajo los patrones de la maquinaria cinematográfica yanqui. Y casi diría que es por esa misma razón —vista desde otra óptica— por la que la lectura de esta ‘Troya. El pueblo del mar’ ha resultado tan decepcionante. Cierto es que en su desarrollo Nicolas Jarry no escatima esfuerzos a la hora de asumir —como no hacía el filme— toda la mitología inherente a la epopeya homérica, apareciendo en las páginas del álbum todo tipo de dioses, criaturas fantásticas y acontecimientos que no pueden ser explicados de ninguna manera que no sea por la intercesión de poderes más allá de lo terrenal; pero también que la adición de éstos elementos y de todo lo que se inventa el guionista —al menos hasta dónde uno es capaz de recordar el relato original— termina por contaminar lo que podría haber sido una aproximación más fidedigna al texto clásico.
De hecho, lo que tanto designio divino provoca es que la historia de los héroes clásicos —ya sabéis: Aquiles, Ulises, Héctor, Paris, Menelao y compañía— quede subyugada de tal manera al capricho los Dioses que el destino de los personajes, y en última instancia éstos mismos, se sientan lejanos, y nunca llegue a interesarnos de forma plena el camino por el que se irán dirigiendo por lo poco terreno del mismo. Algo mejora nuestra percepción final hacia la lectura gracias al detallista dibujo de Erion Campanella Ardisha, pero lo hierático de sus personajes y lo estático de su narrativa se alejan de servir del completo revulsivo que habría necesitado ‘Troya’ para captar por completo nuestra atención y elevarse como una notable variación sobre la eterna historia que, en cómic, tiene un superlativo exponente en la muy ambiciosa y espectacular ‘La edad de bronce’, esa serie inconclusa de Eric Shanower que esperamos algún día ver acabada.
Troya. El pueblo del mar
- Autores: Nicolas Jarry & Erion Campanella Ardisha
- Editorial: Yermo
- Encuadernación: Cartoné
- Páginas: 96 páginas
- Precio: 22,80 euros en