'Thor. Renacimiento', con Straczysnki todo sabe mejor

J.M.Straczynski es un GRANDE. Así de claro. Lamentablemente, este detalle es algo que, en su momento, pareció terminar pasándoseles por alto a las cabezas pensantes de La Casa de las Ideas, esas mismas que habían quedado asombradas cuando el guionista llevó a Peter Parker/Spiderman a una de las más indiscutibles cimas de la tebeografía del trepamuros y que, sin duda convencidos de que el genio y el talento del escritor eran capaces de conseguir hazañas similares con otros personajes del Universo Marvel, fueron las que lo pusieron al frente de cierto Dios del Trueno. ¿Que por qué ese «lamentablemente»? Pues porque, LAMENTABLEMENTE, fueron esas mismas cabezas pensantes —soy consciente de la simplificación de la realidad que es está argumentación, pero vosotros la entendéis ¿verdad?— las que, llegado el momento, y con el proyecto sobre ‘Thor’ a medio plantear, quitaron de en medio al creador de ‘Rising Stars’ sin darle tiempo a finalizar algo que, con sólo lo que ya había visto la luz, se planteaba APASIONANTE.

Strazcysnki coge a Thor en un momento bastante delicado y considerablemente determinante para el personaje: tras los acontecimientos que se vieron en ‘Civil War‘ —con la revelación de aquél Thor robot…—, el auténtico hijo de Asgard ha vuelto a la Tierra y a compartir de nuevo cuerpo con el mítico Donald Blake. Dispuesto a restaurar una Asgard cuya población se encuentra diseminada por doquier, Strazcysnki dedica los primeros compases de este arco argumental de apertura a acompañar a nuestro «rubiales» favorito mientras va despertando a sus compañeros de fatigas y decide que nada mejor que devolverle a Asgard su vieja gloria…¡¡trayéndola a la Tierra!!

Es probable que esa decisión no gustara mucho a los capitostes de Marvel —más que nada porque tardaron bien poco en echarla por Tierra con los acontecimientos que se narraron en ‘Asedio’— pero lo cierto es que, como recurso con el que llamar la atención, pocos han funcionado mejor en las páginas de ‘Thor’. A partir de ahí, y bajo el arrope que le hace el EXTRAORDINARIO dibujo de Olivier Coipel en el que, probablemente, es el mejor trabajo de su carrera; Straczysnki se desmelena, construye un número entero alrededor de un enfrentamiento entre el dios y Iron Man al que le viene pequeño el epíteto épico y culmina el primer tramo de su abrupto viaje trayendo de vuelta a una de las versiones más recordadas —y criticadas— del dios de la mentira. No sé vosotros, pero creo que pocos autores podrían meter tanto en tan sólo 160 páginas y hacerlo con el tino y la certeza con que lo hace el escritor estadounidense. Lástima que sólo unos pocos, que no importamos, fuéramos los que creíamos eso…’Nuff said!!!