‘Tan frío como el azul y tan agresivo como el rojo 3’, ambigua de postal

Tras un amplio respiro en el que, aún permaneciendo ese juego amoroso entre Arata y Hayami, la historia parecía haberse orientado completamente hacia el lado del terror en un giro de esos que se agradecen, el tercer tomo de ‘Tan frío como el azul y tan agresivo como el rojo‘, con el que alcanzamos la edición japonesa, vuelve a centrarse en esa gran incógnita que es nuestra protagonista ¿femenina? que da un paso más afirmando que además de la duda respecto a su género (lo del género fluido no parece se plantee como tal) unos piensan que es un diablo y otros una divinidad. 

Dejando de lado las conclusiones del lector (yo no apostaría todavía por nada en concreto, pero también queda muy claro en ese instituto el resto de los alumnos nos pueden dar más de una sorpresa) ‘Tan frío como el azul y tan agresivo como el rojo’ sigue insistiendo por el eros-thanatos más insinuante que explicito, manteniendo el morbo relativo y regalándonos alguna escena tan inquietante como la de esa crisálida humana que parece desprenderse del techo.

En un tomo que podemos considerar el primero directamente de transición, en sus páginas encontramos dos arcos principales diferenciados. Por un lado, aún en busca del último misterio del colegio, un momento de intimidad en el que la pareja protagonista intenta averiguar si Arata posee el don de la percepción paranormal con una suerte de viaje astral que nos deja alguno de los momentos más inquietantes de esta entrega. Por otro lado una sesión de ouija clásica que parece nos va a abrir la puerta a nuevos misterios. Dos momentos que, aunque prueban este es un manga que busca la variedad en su planteamiento, no alcanzan la intensidad de los tomos anteriores y ralentizan una trama que había incrementado su ritmo previamente. Este se perfila así como un cómic al que parece le queda mucho por decir, aunque en el caso de este tercer tomo nos deja casi a la inversa que su título, ni rojo ni azul: ni frío ni calor. Habrá que esperar para ver por cual de sus extremos opta.