No me preguntéis cómo, pero cuando escribí la primera reseña que dedicábamos el pasado mes de febrero al primer volumen de ‘Spriggan’, me las arreglé yo solito para enrollarme como si no hubiera un mañana y cinco fueron los párrafos que fui capaz de rellenar acerca de esta nueva y completa edición del manga de Hiroshi Takashige y Ryouji Minagawa…sin decir ni una puñetera palabra, ya acerca de aquello en torno a lo que gira este espléndido shonen, ya sobre qué opino de él. Así que, con estas líneas, nos vamos a disponer a cubrir, al menos, la primera parte, esto es, hablar sobre el universo de ‘Spriggan’. ¿Sólo eso? A ver, sí: como ya os dijimos, es nuestra intención cubrir la totalidad de la colección como ya hiciéramos en su momento con ‘20th Century Boys‘ y, para ello, hemos de distribuir con mucha precisión y más calma la información que os vamos trasladando. Así que, lo dicho, vamos a ello con la trama de ‘Spriggan’ incurriendo, tal vez, en algún mínimo destripe…pero mínimo ¿eh?
Como mucho manga del que nombré en la citada primera entrada, ‘Spriggan’ cabría ser enmarcado dentro del cyberpunk, ese subgénero de la ciencia-ficción en el que la tecnología futurista y los avances científicos propios del género, se dan la mano con una descripción casi siempre aciaga y gris de a dónde se dirige la humanidad. Siendo más shonen que seinen, ‘Sprigann’ no dedica muchos esfuerzos, al menos hasta el momento de los tres primeros volúmenes, a ahondar en la segunda vertiente: sí, se adivinan aquí y allá aspectos de ese futuro de la humanidad en el que se sitúan las aventuras de los protagonistas, pero el interés de Hiroshi Takashige tiene su foco en otra parte que, incorporando mucho de esa vertiente tecnológica del cyberpunk, se da a dos términos algo contrapuestos que, no obstante, terminan casando bastante bien.
De una parte tenemos la enjundia del entramado: los Spriggan son unos jóvenes mejorados que visten trajes de combates que aumentan sus capacidades físicas hasta lo indecible. El protagonista —bueno, uno de los dos principales—, un chaval llamado Yu Ominae, que todavía va al instituto, compagina su vida de estudiante con el trabajo que lleva a cabo para ARCAM, una organización que se dedica, atención, a la búsqueda, estudio y protección de objetos anacrónicos tecnológicamente muy avanzados. Y esa es la otra parte de la que os hablaba; aquella que incurre en lo directamente fantástico de mano de esos «objetos anacrónicos tecnológicamente muy avanzados». ¿Que qué son dichos objetos? Un par de ejemplos os servirán de perfecta ilustración: el Arca de Noé y la Calavera de Cristal.
Exacto, casi se podría decir que Yu Ominae es, a mucha distancia, como una versión futurista y mucho más joven de Indiana Jones. De hecho, son notables las concomitancias que, aquí y allá, cabe encontrar entre el manga y la saga creada por Steven Spielberg y George Lucas. Unas concomitancias que van más allá de las obviedades —’Spriggan’ echó mano de la calavera de cristal mucho antes de que la franquicia se fuera a tomar viento con su muy olvidable cuarta entrega— y que incluso cuentan con sus pseudo-nazis en los intereses antagónicos a ARCAM que, por supuesto, pretenden los citados objetos para controlar el mundo y las cosas que suelen hacer los malos.
Hala. Sin casi pretenderlo, ahí tenéis otros cuatro párrafos en los que ya sí hemos hablado del manga con algo más de propiedad pero en los que hemos navegado con cautela, no sólo para no revelar detalles jugosos de la trama —sobre todo los que se dan a conocer en el tercer volumen— sino para guardarnos lo que seguiremos ofreciendo en próximas entradas. Continuará…
Spriggan vols. 2 y 3
- Autores: Hiroshi Takashige y Ryouji Minagawa
- Editorial: Panini
- Encuadernación: Rústica con sobrecubiertas
- Páginas: 344 y 336 páginas
- Precio: 12,95 euros c/u