2013-2023. 10 AÑOS FANCUEVANDO
V. Kingdom Come

‘Spirou y Fantasio Integral 1: Franquin (1946-1950)’, el comienzo de una leyenda

Disclaimer: considerando que el texto que os disponéis a leer es el enésimo que le dedico tanto a Spirou en general como a Franquin en particular, vayan por adelantado mis disculpas por las muchas repeticiones sobre afirmaciones previas en las que, supongo, terminaré incurriendo.

Años. Décadas. Tantas como casi tres. Eso es el tiempo que servidor lleva esperando para que alguna editorial consiguiera poner en nuestras estanterías una edición como mandan los cánones de la más fundamental de todas las etapas que Spirou, el más famoso botones del mundo del tebeo europeo —con permiso de Sacarino o sin él—, ha tenido desde que Rob-Vel lo creara hace casi ochenta años. Una cifra ésta última que, de auténtico vértigo, no hace sino poner en evidencia, no ya la relevancia del inquieto y aventurero personaje, sino lo determinante que en su longevo recorrido fueron los 22 años que André Franquin, el INSUPERABLE André Franquin, estuvo al frente de él, Fantasio, Spip, Seccotine, el marsupilami, el Conde de Champignac, Zorglub y toda la cohorte de secundarios que, en virtud de la portentosa imaginación del artista belga, terminaron formando parte del microcosmos de ‘Spirou y Fantasio’.

Batallitas del abuelo

Desde que lo descubriera siendo un pre-adolescente de mano de un ajado álbum heredado de no sé muy bien quién, como solía suceder por aquél entonces, fue leído y releído incontables veces —mi memoria no llega a tanto, pero juraría que aquél primer acercamiento al personaje fue con ‘La máscara’ o ‘El dictador y el champiñón’ en la edición de Ediciones Junior—, Spirou, el de Franquin, se convirtió en uno de mis personajes favoritos y su dibujante, en el rasero por el que medir a muchos de los tebeos que en aquellos años previos al asentamiento definitivo de esta afición, cayeron por mis manos. Un rasero que siempre terminaba resultando ganador sobre los álbumes europeos que algún pariente lejano hacía llegar a casa de mis padres —bueno, salvo en el enfrentamiento con ‘Astérix’, claro está— y que, poco podía imaginar, estaba llamado a elevarse como uno de mis favoritos de todos los tiempos y localizaciones geográficas.

Llegado el momento, cuando fui a dar con mis huesos a Sevilla durante mis años universitarios y tuve acceso a ciertos establecimientos en los que se acumulaban tebeos antiguos y polvo a partes iguales, comenzó la búsqueda fructuosa pero imposible de rematar de aquellos álbumes de Ediciones Junior. Dicha imposibilidad, impuesta por el absurdo precio que aquella tienda —cuyo nombre no sacaré a la luz por respeto a sus propietarios—, no sólo me impidió poder acceder al resto de aventuras dibujadas por Franquin, sino a aquellas de Tome y Janry que, «bicheando» por los cajones del establecimiento, descubrí y ojeé con gran asombro.

Tendrían que pasar más o menos seis años —en los que tuve que ver impotente como alguien se hacía de forma sistemática con aquellos álbumes de precio prohibitivo— para que Planeta DeAgostini anunciara la publicación de la etapa completa de Franquin al frente de Spirou en unos volúmenes que, anhelados como pocos, comportaron un chasco de igual magnitud cuando, con el primero en las manos, comprobé con horror que la editorial había optado por reproducir las historias en blanco y negro. Sin que a día de hoy haya entendido el por qué de dicha decisión, huelga decir que los siete tomos que conformaron aquella edición fueron adquiridos y devorados de forma sistemática y que, aún hoy, figuran en las estanterías de mi tebeoteca.

La espera llega a su fin

Pero que allí sigan reposando no quiere decir, ni mucho menos, que en mi haber particular continuara contando con poder acceder algún día a álbumes que, a un tamaño no reducido —porque eso era otra, los volúmenes de Planeta eran significativamente más pequeños que el formato europeo «normal»— recogieran en toda su gloria el trabajo de André Franquin y, por supuesto, de Tomé y Janry. Una espera que, llegado el momento, pretendía reducir a golpe de retomar mis estudios de francés y aprovechar algún viaje a París para hacerme con los álbumes en su idioma original pero que Dib-buks interrumpió hace un par de años, y con «todas las de la ley», cuando anunció con toda la pompa y el boato que se merecía que se había hecho con los derechos del personaje para su publicación en castellano.

Con un plan editorial ambicioso —no podía ser de otra manera tratándose de Ricardo Esteban y sus chicos— si ya la noticia fue recibida con extrema algarabía, aún más cuando en ella leíamos que parte del acuerdo llegado con Dupuis incluía los asombrosos integrales que la casa francesa llevaba poniendo en circulación desde 2006. Unos integrales editados de forma primorosa que, al margen de las páginas de las aventuras del personaje, se completaban con numeroso material extra —arriba tenéis un ejemplo de una de las páginas que preceden a la lectura del tebeo propiamente dicha— llamado a acercarnos a la historia de cada etapa y a cómo cada equipo creativo que ha accedido al personaje fue fraguando su estancia en el mismo.

Lleno de gozo por el anuncio, fue no obstante motivo de frustración inicial el que, en lugar de optar por arrancar con Franquin, Dib-buks decidiera empezar la publicación de los integrales por el correspondiente a la correcta pero poco relevante incursión en Spirou de Nic y Cauvin, dos autores de transición cuya huella en el personaje fue poco menos que somera. Probable imposición de Dupuis, la parte positiva de dicho arranque fue que, a continuación, la editorial madrileña se dispuso a cubrir la inmensidad del legado dejado por Tome y Janry en las páginas de ‘Spirou y Fantasio’ con tres volúmenes que, para qué engañarnos, fueron puntos álgidos del mes en el que han visto la luz.

La edición que el Spirou de Franquin MERECÍA…la edición que sus admiradores ANHELÁBAMOS

Y ahora, tras tantas esperas y anhelos frustrados; tras haber pensado incontables veces en desembolsar lo que hiciera falta para engalanar mi tebeoteca con los álbumes de Junior —y buscarme una probable demanda de divorcio por parte de mi esposa—. Ahora, por fin, ya tenemos en nuestras manos el primer integral a todo color del ‘Spirou y Fantasio’ de André Franquin. Primera impresión: ¡¡¡¡UAHHHHHH!!!! Pasemos a abundar en tan elocuente interjección.

Respetando de forma escrupulosa las directrices marcadas por la edición francesa, como ya han hecho con los anteriores integrales, lo primero que llama la atención del que hoy nos ocupa es la superlativa calidad de reproducción de un material tan vetusto. Se nota que en Dupuis han hecho su trabajo con rigor y que la restauración del color a la que han sometido a las planchas originales se ha llevado a cabo con un mimo y cuidado exquisitos para alterar en la menor medida posible aquello que los lectores de mediados de la década de los cuarenta pudieron leer.

Consideraciones de calidad de la edición al margen —si hay algo en lo que Dibbuks NUNCA falla es en la extrema calidad de sus productos— el único aviso a realizar para aquellos que estén familiarizados con el arte de Franquin pero que, por la razón que sea, nunca se hayan acercado a los inicios de su trayectoria, es que el dibujante que van a encontrarse aquí no es, todavía, el que todos tenemos en mente cuando pensamos en Spirou: cargado de bisoñez, el trazo de Franquin para estas primeras aventuras del botones y su inseparable compañero de fatigas carece de muchas de las cualidades que después serán marca de la casa —no está, por ejemplo, ese gusto por el detalle que será cualidad fundamental en años posteriores—, ciñéndose el artista belga a un esquema de quince viñetas por página (3 columnas por cinco filas) que, rota de forma muy puntual, constriñe sobremanera la narrativa.

Evolucionando a pasos agigantados desde la página que podéis encontrar más arriba a la última que cierra la lectura, es en esa narrativa constreñida a los patrones marcados por el rumbo editorial de hace setenta años donde ya comienzan a verse habilidades que, ya en el siguiente integral, podremos calificar de prodigiosas, y la capacidad de Franquin para temporizar la acción, para secuenciar a la perfección el humor y para plantear la ilusión de movimiento argumentan con contundencia que pese a su poca experiencia, el artista es un genio en ciernes que sólo necesita algo de tiempo para alcanzar cotas magistrales.

Unas cotas que podremos ir viendo de forma paulatina en los siete integrales restantes que Dib-buks nos irá haciendo llegar a ritmo de ¿dos por año? y que, sin lugar a dudas, serán disfrutados como un enano por aquellos para los que, como el que esto suscribe, eran un sueño largamente acariciado que por fin se hace realidad. ¡¡Gracias Dib-buks!!

Spirou y Fantasio Integral 1: Franquin (1946-1950)

  • Autores: André Franquin
  • Editorial: Dib-buks
  • Encuadernación: Cartoné
  • Páginas: 208 páginas
  • Precio: 26,60 euros en

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4 comentarios en «‘Spirou y Fantasio Integral 1: Franquin (1946-1950)’, el comienzo de una leyenda»

      • No, si el prota es Spirou, está claro, pero para mí no son cómics de Spirou sino de Marsupilami, por eso digo que para mí es el auténtico protagonista 🙂

        Recuerdo en 2º o 3º de EGB que algunas veces pedía a la profesora no bajar al patio a cambio de devorar los cómics que había en la clase. Algún Spirou, unos cuantos Astérix y mucho Tintín es lo que recuerdo de aquella lejana época, por lo que dejar leer a mis retoños aquellas joyas me «llena de orgullo y satisfacción»… 🙂

        • Lo de que nuestros retoños compartan afición es algo que por aquí también se está trabajando ya 😉
          Sólo queda que la peque adquiera ciertas habilidades de lectura comprensiva de las que aún carece para que el que esto escribe se ponga a meterle tebeos a diestro y siniestro. Que hay que mantener viva la llama 🙂

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